Volvió Obmar, llegó desde lejanas tierras en donde pasa casi todo el año entre arenas, selvas y oasis. A las primeras de cambio, el mismo se respondió: En todas partes. A continuación, casi con angustia expresó: a mí no me torea nadie e indagó: ¿Quiénes son? La respuesta que creyó oír: Son casi todos, lo dejó lívido y tembloroso, porque en sus cuentas no lo creía y evaluó la realidad: ¡No puede ser! Parece como salido de la canasta de las incredulidades, pero es cierto. Para llegar a esta conclusión es mejor indicar lo que es y no parece. ¿Ya se está al hilo del artículo? No. Igualmente, Obmar a pesar de que se considera agudo, está lejos, muy lejos, pero no se somete a acoso y derribo.

En la Feria Taurina de Manizales, los sitios seleccionados para el público, se alcanzan a colmar en una proporción que va desde media plaza hasta las banderas. En el 2013, según la empresa asistieron al ciclo ferial 65.000 personas, cifra que no es igual al número de aficionados porque lógicamente ellos se repiten tarde a tarde. Lo que quiere decir que no hay espantá en miles de aficionados

La semana anterior 80 grupos que se declaran antitaurinos, que están permanentemente en la brega, fueron a Bogotá a apoyar la proscripción de la Fiesta Brava en Colombia, a la manera de cargar la suerte. ¡Vaya empresa! ¿Por qué no sacan la casta y ayudan a salir de la miseria a tanto coterráneo o más fácil apoyan sin tregua para lograr la paz duradera entre los colombianos? Es evidente que los antitaurinos consideran que todo lo referente a la fiesta del toro es dañino para el animal y el ser humano. Ello, se asemeja a los mejores territorios y tiempos de los emperadores absolutistas, por decir algo para no lastimar a Obmar.

No se puede cambiar de tercio fácilmente ante las situaciones que se suceden casi a diario para tratar de coartar la libertad de quienes pretenden ejercer un derecho en consonancia con su libre albedrío y en un acontecer que no daña a quien quiera asistir o ver u oír una corrida y embraguetarse de toros. El que no desee, así de simple y directo, estar en medio de los vericuetos de un festejo taurino, que se aparte de todo ello. Tiene también todo su derecho y éste es incontrovertible, inclusive cogiendo el toro por los cuernos.

Los aficionados no se cortan la coleta del día para la noche. Hay algunos que dan largas a una decisión personal de abandonar su afición por motivos que solo le competen a él y lo cual hay que respetar. Afortunadamente, llegan otros con duende.

Sin embargo hay que repetir que no es con desplantes como se enfrenta la defensa de la Fiesta Brava. No es con la puntilla, como arma para mantener las corridas de toros. Es con una decidida acción de todos, sin importar el número porque por la cantidad ya vendrán las alternativas, para lograr lo que unos quieren y otros se muestran indiferentes. Esa actitud de taparse que aparece en todos los ámbitos, especialmente en las cuentas electorales.

Los aficionados tienen la obligación de no escurrir el bulto y luchar por lo que quieren para evitar que les den un baño. Ahora bien, las empresas; los ganaderos; los toreros, incluyendo los subalternos y los periodistas taurinos, tienen que ocupar la barrera, en el batallar por la Fiesta Brava. Los otros, tienen que ir sin miedo y sin límites a los festejos taurinos, El sábado pasado hubo uno interesante en Manizales, con sólo 300 aficionados y sin la presencia de aquellos con empaque que se pavonean por el callejón y tendidos en la temporada de enero. ¡O, todo se resumirá en una audición, con pantomima incluida, de España Caní por André Rieu!

Nota: Las frases o palabras en cursiva corresponden al léxico taurino, tomado del filólogo Francisco Reus Boyd-Swan. Por supuesto, los antitaurinos no usan estas palabras.