No tengo ninguna duda que el sector campesino de nuestro país está padeciendo enormes dificultades desde hace muchos años. Su producción no es la mejor ni la más competitiva, además el narcotráfico, el paramilitarismo y en general la guerra que estamos viviendo desde hace 50 años lo han afectado enormemente. De ahí que el reclamo que se está haciendo sea justo y necesario, inclusive, no solo para el campo sino que también aplicaría en otros sectores. Pero una cosa son las marchas pacíficas y otra cosa son los cierres y bloqueos de las vías y los hechos vandálicos que se han vivido en los últimos días.

En el denominado "paro agrario" todo parece indicar que el presidente Santos no supo calcular sus dimensiones y repercusiones. Muy complicado que el presidente, en plena campaña de reelección, esté dando muestras de que le quedó grande el país.

El presidente Santos ha querido ser muy respetuoso de los reclamos de la comunidad y eso está bien. Pero cuando las marchas y manifestaciones empiezan a afectar directamente al país, a su sistema de producción y en general a la población, se requieren actos de autoridad.

El primer paro que se le presentó como gobernante fue el de transportadores, muy al inicio de su administración, y ahí se dejó "medir el aceite". En los últimos tiempos el presidente ha tenido que atender dos paros complejos. Uno, el denominado paro cafetero, que fue mal enfrentado; primero lo minimizó y posteriormente cuando cayó en cuenta de su magnitud, terminó entregando todo lo que le pedían los cafeteros, aclarando que antes del paro manifestó públicamente que el pedido desbordaba la capacidad económica del país. Este paro alcanzó a dejar a algunas ciudades incomunicadas y con serias dificultades en cuanto a disponibilidad de alimentos y a la atención en salud.

El paro agrario, que también fue minimizado en sus inicios, va para su cuarta semana, y ha generado unos actos vandálicos que hacía mucho tiempo no se veían y ha paralizado en algunas oportunidades al país y en otras a varias ciudades. Manizales se ha visto altamente afectada. La industria prácticamente se paralizó. Se dice que las pérdidas que se presentaron, en este sector, por la falta de producción y por las multas en los incumplimientos en las entregas, pueden estar llegando a una cifra cercana a los $8.000 millones y se da en un momento en que la industria de la ciudad está empezando a tener dificultades.

Estos paros y la respuesta del presidente, propiciaron que cogiera fuerza dentro de la cultura ciudadana las vías de hecho para cualquier reclamo. La comunidad está convencida que para pedir lo que quieran, lo pueden hacer mediante paros y bloqueos y con ésto pueden obtener más de lo que reclaman o esperan.

Antes del paro agrario no tenía dudas de que el presidente Santos iba a ser reelegido, pero después de éste, ya no lo veo tan claro. Además de ser objeto de burlas y de todo tipo de comentarios en las redes sociales por la manera como ha enfrentado los dos paros y por las graves consecuencias que han tenido para el país, creo que ya son muy pocos los ciudadanos que van a votar su reelección. Pero lo más delicado es que no se ve entre los potenciales aspirantes un candidato que verdaderamente tenga, en los actuales momentos, peso específico para ser presidente.

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Ciudad que se respete tiene que tener su propio club social. Manizales tiene el Club Manizales con tres sedes, una social, otra campestre y otra localizada en el sector del Cable. En medio de las dificultades económicas nuestra ciudad ha sabido conservarlas.

Actualmente el Club Manizales está teniendo problemas y su futuro está amenazado. Este centro social se convirtió en un club de "viejos" que poco lo aprovechan -el 60% de los socios tiene más de 45 años-. Es urgente que se emprendan acciones para atraer a los jóvenes de la ciudad al club y se deben establecer mecanismos para que las sedes sean más utilizadas por los socios. Perder el Club Manizales es un lujo que los manizaleños no nos podemos dar.