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El Cine es un espectáculo, es un arte, es un medio de información y diversión pero antes que todo eso… es un negocio, y bien redondo. No cabe duda de que ver el séptimo arte como una empresa que genera millones de dólares al año, nos da una dimensión diferente respecto a lo que significan las películas para miles de trabajadores de la industria cinematográfica.

Cada película está constituida por una nómina que va mucho más allá de los actores, directores, guionistas y otros; para su realización se tienen en cuenta infinidad de labores que abarcan las etapas principales de la realización: Preproducción, Producción, Rodaje y Postproducción. Cada aspecto de los antes mencionados está lleno de profesionales en diferentes ramas desde los escritores, los correctores, los guionistas, asistentes de producción, catering, casting, carpinteros, conductores, diseñadores, pintores, maquilladores, peluqueros, músicos, compositores, bailarines, coreógrafos, cantantes, actores, gerentes, secretarios, ayudantes de construcción, ingenieros, arquitectos… la lista sigue y sigue. En promedio en una película pueden trabajar 1.700 personas, de diferentes profesiones y categorías laborales.

Por lo tanto cada título es una empresa que abarca centenares de empleados enfocados en un producto que tendrá una duración de aproximadamente dos horas. Dando por hecho que la película sea vista por unos cien millones de espectadores que paguen 10 dólares por boleta, se tendrían mil millones de recaudo para cubrir unos gastos de 200 millones (a grandes rasgos y muy especulativamente), lo que generaría una enorme ganancia cuando la película es bien recibida. Ahora tomemos 5 películas con los siguientes héroes Iron Man, El Increíble Hulk, Thor, Capitán América, Ojo de Halcón y Viuda Negra, mezclemos con una campaña de expectativa abrumadora. Contemos con los actores originales de las últimas entregas y aderecemos con Scarlett Johansson, la bomba producida por esta mezcla es sin duda uno de los productos más rentables de los últimos diez años. Ahora tenemos la oportunidad de verla en nuestras salas de cine: Los Vengadores (2012) llega entonces como una absoluta mole de taquilla que pretende levantar hasta los cielos las cuentas de Marvel y de los señores Stan Lee y Jack Kirby, creadores absolutos de estos personajes memorables, que nacieron en 1963 como contraparte a la Liga de la Justicia de DC comics (sí, con Superman y sus amigos). El negocio consistió en hacer primero una a una las películas con las más avanzadas técnicas en efectos especiales, comprometiendo a los actores a unos contratos que terminarían en la realización de una entrega que compilara todos los personajes.

De ahí viene la novedad de Los Vengadores, de continuar una especie de saga que confluye en la unión de todos los héroes con unos episodios previos donde cada uno se dio a conocer para las nuevos espectadores definiendo sus características personales y heroicas, iniciando posiblemente una nueva serie en conjunto hasta que cada miembro del equipo actoral confronte su propio ego para seguir o no adelante. Obviamente que vale la pena ver esta película, no esperando una joya del séptimo arte, pero sí la ocasión apropiada para divertirse dejándose llevar por ese universo donde todo es posible y donde los héroes sí existen; soñar no cuesta nada… o mejor soñar sólo cuesta lo que vale la entrada al cine. Ese es el negocio, vender sueños, acomodarlos en los presupuestos, relanzarlos y estar atentos a que las nuevas generaciones sepan exactamente quiénes son Iron Man, Thor y El hombre Increíble que seguramente han vuelto para quedarse otro largo rato en el imaginario popular. ¡Ese es el negocio, socio!