María Carolina Giraldo


Este país debe buscar formas y alternativas para evitar la polarización, para sobreponernos a esa incapacidad de llegar a consensos, a esa defensa a ultranza por una verdad inamovible, creyendo que se tiene siempre una única y real opción o solución.
Colombia se encuentra hoy profundamente radicalizado, los puntos medios, los que piensan distinto, y no contrario, no están bienvenidos, no encajan en ningún lado; sus líderes, que parecen tímidos teóricos tratando de mostrar que existen diversas formas de pensar y de proponer, no son útiles en el modelo.
Este radicalismo es una buena herramienta para hacer politiquería, los líderes de las ideologías opuestas no tienen seguidores sino fanáticos empedernidos que no son capaces de tener un pensamiento crítico, y actúan sin ver ni oír nada que pueda dañar la fe en su mesías. Se olvidan de cosas tan primarias como que no es más bueno un gobierno que desconozca el Estado de Derecho porque sea de izquierda o porque haya podido mejorar los indicadores de seguridad. Así las cosas, cuando se acercan las elecciones es momento de aceitar la polaridad, de enardecer a la legión fanática, de resucitar el mesianismo como modelo de gobierno.
Y es que los mesías vienen investidos de esa habilidad de creerse y convencer que el fin justifica los medios. El mesías de izquierda cree que todo se puede con el fin de garantizar la justicia social; el mesías de derecha está convencido que está facultado, casi de manera divina, para garantizar la seguridad, a cualquier costo. Sin embargo, mientras se alcanza la equidad social o las buenas costumbres, o la igualdad, ponga usted el fin que quiera; los mesías de izquierda y de derecha se comportan exactamente igual.
Son omnipresentes, tienen que tomar todas las decisiones, delegar no es una opción puesto que son más inteligentes y capaces que el resto. Es desde esa soberbia como justifican su comportamiento despótico, nadie puede hacerlo mejor que ellos. Por lo tanto, sus asesores, ministros y secretarios son lacayos, seres poco pensantes, que deben soportar regaños en público, sanciones injustas y despidos vía redes sociales. Cuando las cosas no les salen bien, la responsabilidad nunca es de ellos, todos los errores se cometen a sus espaldas y sin su supervisión, o lo que es peor aún, es un estrategia criminal de la oposición para desprestigiarlos. Por lo tanto, tampoco encuentran quien los reemplacen, por eso están convencidos que los tenemos que reelegir una y otra vez. Los mesías no necesitan asesores de prensa, ni voceros, la comunicación no la pueden delegar porque nadie iguala la capacidad que tiene para transmitir un mensaje.
Cuando el partido político en el que militan no les prestan su apoyo, acuden a su carisma para crear nuevos movimientos a su imagen y semejanza. Es fácil encontrar a mesías que han participado en política impulsados por partidos de rango ideológico completamente contrarios. Recurren a todos los medios y métodos para obtener un voto o un favor de la justicia, no importa si esto implica votar por un funcionario público de ideología completamente contraria u ofrecer puestos, favores o dinero para que pase una reforma constitucional. Tan pronto tiene poder prohíben por igual; los de derecha prohíben lo que ellos consideran ésta en contra de la moral y las buenas costumbres, y los de izquierda, la libertad de empresa o las cosas que les gustan a los de derecha.
Haga usted el ejercicio, y deje vacío de ideología el discurso de estos mesías, de los cuales está lleno este continente. Encontrarán que en la forma de actuar, en los medios que utilizan para gobernar y participar en política, son tan parecidos que entre ellos no existe diferencia. La invitación es a no seguir ideologías a ciegas, a cuestionar a los mesías, a tener siempre una actitud crítica sobre los medios y métodos que utilizan nuestros mandatarios.
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