¿Qué hacer cuando, como personas, organizaciones o comunidad, necesitamos solucionar un problema, obtener mejores resultados o tal vez encontrar nuevas posibilidades? Lo que sucede comúnmente ante una situación de esta naturaleza es que tratamos de generar nuevas acciones; ‘si esto no funciona hagamos esto otro‘ y cuando nos damos cuenta estamos con la agenda hasta el cuello, llenos de tareas, reuniones, cansados y, lo peor, sin el dinero suficiente para seguir haciendo ensayos.
Si alguna vez ha estado en un lugar parecido porque probó todos los tratamientos posibles, compró muchos libros que ofrecían la solución perfecta para su situación, consultó todos los expertos que le recomendaron, es probable que quiera acompañarme en la reflexión de hoy. Quiero introducir un elemento que realmente me ha permitido cambiar el observador que soy y la forma como me muevo en la vida.
He visto muchas organizaciones de diferentes tipos, he trabajado con personas y grupos realmente diversos, desde el campesino sin ninguna formación académica hasta el directivo con las más altas calificaciones y títulos; me llama la atención cómo la mayoría de ellos o tal vez debería decir, la mayoría de nosotros, estamos tratando de conseguir un mejor resultado para nuestra vida personal, la familia, la empresa y la sociedad, haciendo ‘más de lo mismo’.
Me refiero a que, cuando algo no funciona, en cambio de parar y reflexionar sobre lo que nos está sucediendo, lo que nos llevó a esta situación, lo que podríamos hacer diferente, etc… seguimos insistiendo en la misma dirección y tratamos de cambiar, como sea, el resultado. Al final estamos cansados, no le creemos a nadie, sentimos que nada nos sirve y que nadie es lo suficientemente hábil para ayudarnos.
¿Por qué será que mientras más hacemos y más queremos cambiar las cosas el resultado que estamos esperando parece que se aleja cada vez más? No creo tener la respuesta exacta a esta pregunta ni a muchas otras, pero sí me gustaría decir que a veces estamos buscando la respuesta correcta en el lugar equivocado; y de nuevo quiero referirme al plano personal, al organizacional y al de la comunidad o al de la ciudad.
Como personas nos dejamos absorber por una sociedad consumista donde lo único que importa es estar a la moda, hacer lo que hacen los otros para que no crean que no estamos a la altura; como organizaciones estamos buscando la productividad a costa de lo que sea, aún de nuestros colaboradores y nuestros clientes; como sociedad buscamos tener ciudades más competitivas, sin tener en cuenta los niveles de pobreza e inequidad que nos rodean, pensando que la competitividad es un tema de mayores ingresos como resultado del volumen de exportaciones.
En cualquiera de estos tres niveles, la búsqueda de soluciones externas nos desconecta de lo que es verdaderamente importante, de nuestra esencia como seres humanos, como grupos corporativos, como comunidades. Y no quiero decir que estos caminos sean equivocados, solo quiero llamar la atención sobre la importancia de empezar el recorrido por mirarnos a nosotros mismos y en cambio de desgastar los esfuerzos y recursos haciendo muchas cosas, preguntarnos qué es lo que tiene significado para nosotros, qué es lo que realmente nos importa y tiene valor. Si somos capaces de reconocer ese elemento ‘nuclear’ que nos hace ser el ser, organización o sociedad que somos, probablemente allí encontraremos la respuesta para avanzar y abrir nuevas posibilidades.
Parar y reflexionar antes de actuar sería una manera de no seguir haciendo más de lo mismo y, sin embargo, cuando hablo de reflexionar no me refiero a buscar culpables, darnos látigo o quedarnos paralizados; me refiero a tener conversaciones -privadas o abiertas- que nos permitan mejorar el entendimiento de la situación, encontrar lo que de verdad nos importa, rescatar lo que hemos aprendido y desde allí abrir nuevas posibilidades. En cambio de querer tener un resultado ya, podríamos disfrutar el recorrido, como dice el hermoso escrito de Konstantinos Kaváfis, Ítaca: "Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca debes rogar que el viaje sea largo, lleno de peripecias, lleno de experiencias… Mas no hagas con prisas tu camino; mejor será que dure muchos años, y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla, rico de cuanto habrás ganado en el camino. No has de esperar que Ítaca te enriquezca: Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje".
Nunca seremos todo lo perfectos que quisiéramos, nunca ganaremos lo suficiente, nunca seremos la ciudad más competitiva, porque siempre habrá otros que lo hagan mejor, porque siempre habrá algo nuevo por explorar, porque siempre quedan opciones para continuar creciendo y mejorar. Por eso es importante reconocer lo que hemos aprendido, valorar lo que somos y poner toda nuestra energía en cuidar lo que realmente nos importa. Lo que pase mañana no será producto de nuestras acciones futuras, será el resultado de lo que hagamos hoy.
La reflexión desde esta perspectiva nos ayudaría a estar más conscientes de nuestra realidad, tener un mejor criterio para decidir qué hacer y qué no hacer y sobre todo entender el valor que, en cualquier dimensión de la vida tiene concentrarnos en lo que realmente es importante para que descubramos por nuestra propia cuenta que ‘MENOS ES MÁS’.
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