La emotividad y la improvisación son peligrosas porque conducen a cometer errores. La primera es muy frecuente en estos trópicos donde los climas no son aptos para tener cabeza fría, menos si son poblados por latinos, que, de por sí, son espontáneos y sangriligeros. Y la segunda, la improvisación, es también característica de los descendientes de oradores y poetas, mestizos y zambos, que todo lo ven color de rosa, si son optimistas, o tenebroso y oscuro como la media noche, si el pesimismo les asiste. Una de las pocas ventajas que tiene la vejez es el raciocinio, porque, paradójicamente, el anciano tiene más tiempo de pensar lo que debe hacerse, contra el ímpetu de la juventud, que todo lo quiere para ya.

El prolegómeno anterior sirve para atemperar opiniones acerca de dos casos de mandatarios controvertidos, uno extranjero, pero muy vecino, y otro "made in Colombia", alcalde de la capital de la República, cuyas decisiones afectan de una u otra manera a todo el país. Chávez, mal que bien, es mejor que cualquiera de los candidatos a reemplazarlo, a quienes les falta formación, carácter y personalidad. Al gorila, cuya arrogancia y perversidad son emblemáticas, se le conocen sus puntos débiles, uno de los cuales es su insoportable megalomanía. Y los gobiernos y las instituciones que tienen que tratar con él le identifican el lado flaco, o talón de Aquiles, que es precisamente esa egolatría, que estimulándosela se saca de él lo que se quiera. Especialmente petróleo, que es lo que tiene para comprar adeptos, sin importarle despilfarrar lo que debía de invertir en el bienestar de su propio pueblo, al que mantiene avasallado con dádivas inmediatistas, sin ninguna proyección para consolidarle un futuro próspero y estable. Pero los gobiernos "amigos" le lustran el ego al reyezuelo para lucrarse de su estupidez. Entonces, para las relaciones con Venezuela, es mejor no hacer ensayos y rogar a Dios que guarde a nuestro "nuevo mejor amigo".

El otro aludido arriba es el alcalde de Bogotá, Petro, que es un Chávez sin petróleo, igual de prepotente y sin formación intelectual y moral suficiente para entender sus responsabilidades, acogido al contundente triunfo que tuvo en las urnas, porque no tiene clase. "Lo que natura no da Salamanca no lo enseña", decía don Miguel de Unamuno, para aludir a esos personajes cuyas personalidades son imposibles de pulir, por escofina que se les eche, porque los materiales de los que están hechos, como la piedra dura, no se dejan moldear. Sin embargo, hay que respetar la decisión de la democracia bogotana y tratar de encausar a Petro por el camino correcto, mejor que revocarle su mandato, como propone el señorito Gómez, porque para Bogotá sería más traumático. El tipo es inteligente, como lo demostró en el Senado de la República, pero, como es populista, la indicada para aconsejarlo no es Gina Parodi, porque él odia la oligarquía, sino dejarlo que se caiga por el peso de sus desaciertos o que reflexione, se baje de la nube y enderece el rumbo. Ese es el ideal, porque mejor que la muerte del pecador, es que se convierta y viva.