Luis F. Gómez


La protesta social como mecanismo de participación seguramente tendrá un desarrollo y profundización en la democracia colombiana. Ya se observa esta dinámica, que se presenta como una especie de un constituyente primario en las calles, avenidas y plazas, en una manera de control directo a los gobiernos y a las políticas públicas. En muchos países del mundo el desarrollo así ocurre. El punto preocupante es que sean utilizadas por unos pocos vándalos, que cegados por odio, resentimiento y desadaptación para cometer abusos y hasta delitos.
La imagen de la señora que defendía de los vándalos a los policías, que estaban en la Catedral de Bogotá, es una muestra de una democracia madura y respetuosa de los demás que tiene que imponerse sobre los violentos, los anarquistas y delincuentes. Frente a los actos de los violentos la sociedad civil debe asumir una posición muy clara y de manera inmediata. Hay que parar los violentos. Y esta señora le ha dado una lección al país.
Otro punto que se debe valorar es el gesto del ministro de Defensa de felicitar a todos aquellos que han manifestado en paz y tranquilidad, es muestra de un reconocimiento que el mismo gobierno le hace a la protesta pública. Y qué bueno que lo haga el titular de la cartera de Defensa.
Colombia es un país que requiere, sin lugar a dudas, incentivar decididamente una mayor movilidad social, asegurar una justicia social que permita un mínimo más grande de condiciones de igualdad para todos los ciudadanos y ciudadanas. Para ello el país debe acelerar las dinámicas de inclusión y de redistribución del ingreso. Solo así todos sentiremos que Colombia es realmente la casa de todos. A su vez, es necesario tener paciencia histórica pues los procesos para mejorar la equidad toman su tiempo. Pero lo más importante es que la ciudadanía observe que se está caminando en la ruta correcta y que se evitan políticas que ayudan a la mayor concentración de la riqueza y del ingreso.
De otra parte, hay que ser también muy realistas. Los intereses gremialistas y de sector, no siempre se pueden responder positivamente. El bien común a veces exigirá que se ayude más un sector que a otro; pero lo que es clave que sea justo con quien recibirá los costos de las medidas de beneficio general.
Finalmente, mientras se llevaba a cabo la semana pasada el paro, las mesas de diálogo del Catatumbo firmaban sus primeros acuerdos concretos. Lo que demuestra que dialogando se pueden ir resolviendo los puntos en conflicto, siempre y cuando haya voluntad por todas las partes. Al país le falta mucha mayor apertura al diálogo, la concertación y negociación. La solución pacífica de conflictos es fundamental.
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