José Jaramillo


No falta quien diga que en esta era moderna han aparecido enfermedades desconocidas, producto de los cambios radicales que sufre la humanidad, en muchos sentidos: el clima, la contaminación ambiental, la deforestación, la innovación en vicios y costumbres, el libertinaje sexual… En fin, lo que es normal, a medida que la humanidad cumple ciclos, sin tener en cuenta al hacer tales consideraciones que el que está muy avanzado es el conocimiento y éste ha puesto en evidencia cosas que estaban allí pero no se reconocían. Por ejemplo, el mal de Alzheimer. Hasta cuando el científico alemán descubrió que con el paso de los años las neuronas se mueren paulatinamente, produciendo fenómenos en la conducta de las personas, lo que se decía era que "misiá Merceditas está muy empendejadita", cuando se salía para la calle y dejaba el portón abierto, bajaba una olla y no apagaba la estufa o no recordaba los nombres de las personas, inclusive las más cercanas, como los hijos y los nietos. Ni qué decir de fechas y compromisos. A una parienta nuestra con frecuencia se le olvidaba cómo se llamaba. Entonces, si estaba sola en la casa, se acodaba en la ventana de la calle, a esperar a que pasara alguien conocido y la llamara por su nombre. "Buenos días, doña Celia", saludaba alguien, y ella decía: "Celia, claro, cómo soy de pendeja". De este mal (el de Alzheimer) hay actualmente mucha conciencia y los terapeutas recomiendan estrategias para evitarlo, el más eficiente mantener la mente ocupada y ejercitarla, para que no se anquilose. De esto hablaba con un amigo, varios años mayor que yo, quien vive solo, y le conté que había leído una recomendación, en el sentido de evitar la rutina, alternando los procesos. Por ejemplo: No siempre bajarse de la cama, tenderla, tomar el jugo y el tinto, afeitarse, bañarse y vestirse, desayunar y arreglar la cocina, siempre en el mismo orden, sino cambiar, para mantener la mente alerta. "Yo ya había oído hablar de eso, me contestó, y el día que lo puse en práctica se me quedó la cama sin tender".
Se puede pensar que no hay nada nuevo bajo el sol. Las enfermedades han existido siempre, pero la gente se moría antes y se quedaban sin saber de qué. Inclusive el médico. Pero la investigación científica, cada vez más recurrente, y la tecnología para el diagnóstico han identificado muchas enfermedades, lo que facilita su tratamiento oportuno. La prueba está en el aumento de la senilidad y en la supervivencia de personas más allá de los ochenta años, activas y lúcidas.
Si se cumplen las recomendaciones para controlar el organismo, especialmente en partes sensiblemente vulnerables, muchos males pueden tratarse a tiempo, evitando su desarrollo irremediable. Así no hay que satanizar algunas "piezas", diciendo, como una señora amiga, que "desde que a los hombres les pusieron próstata y a las mujeres matriz, nos jodieron a todos".
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