Alejandro Samper


Son las dos caras de la moneda. Por un lado la barra Holocausto es aplaudida por algunos aficionados por su despliegue y "aguante" que muestran en el estadio. Por sus cánticos, sus banderas y, recientemente, un gran telón exhibido en el último partido en el Palogrande.
Por el museo que montaron con la historia del Once Caldas, y el mural que hicieron con sus referentes cerca al estadio. Por las actividades que dicen que hacen con su Fundación Voces de Aliento, para sacar a los pelados de las drogas, porque los eligieron para ser parte de un proyecto de televisión sobre las barras bravas y su apuesta por la paz.
Pero por otro lado está el comportamiento de algunos integrantes de esta barra. La semana pasada Jeison Stiven G.R., miembro de Holocausto, le metió tres puñaladas al poeta mexicano Roberto Reséndiz Carmona. Todo porque el visitante no le quiso dar plata al barrista y luego por no dejarse robar.
Está el temor que causa en los ciudadanos ver a los parches en las esquinas. Muchos prefieren cambiar de andén que toparse con ellos. Está la preocupación de varios padres de familia que ven cómo sus hijos se unen a estos grupos. Está el consumo de drogas (es evidente el uso de marihuana en la tribuna norte del estadio) y las peleas entre barristas (hemos visto las fotos publicadas en este periódico). La situación entre barras es tan preocupante que el sábado pasado militarizaron la ciudad, ¡Por un partido de fútbol!
Y está la vista gorda de las autoridades. Después de lo ocurrido en El Cable con el poeta mexicano, la secretaría de Gobierno debió sancionar a Holocausto. El parche en el que estaba Jeison Stiven se encontraba en el sector porque esa tarde habían estado en el estadio preparando sus comparsas, cánticos y trapos para el partido contra el Nacional. ¿Habrá alguna sanción? ¿Un llamado de atención público? Lo dudo. Sobre todo desde que recientemente le prometieron a la barra más recursos para más murales y para que intervengan otros parques de la ciudad. Eso significa entregarles un espacio público para que se apoderen de este con sus símbolos y colores.
Holocausto es un gran poder en la ciudad. Gracias a esa masa de barristas, Juan Sebastián Gómez, uno de los capos de este grupo, ha salido elegido al Concejo. Tanto el alcalde Jorge Eduardo Rojas, como la secretaria de Gobierno, Paula Andrea Sánchez son del mismo partido de Gómez, y echárselo encima junto a su combo no debe ser muy cómodo. Más bien se hacen pasito.
Tal vez por eso es que los apoyan con dineros públicos. Según una copia del informe financiero del segundo semestre del 2012 de la Fundación Voces de Aliento, el Instituto de Cultura y Turismo les giró 19.926.000 de pesos. Plata que, según ese mismo reporte, se va en transportes de barristas colaboradores, materiales (¿Papel picado? ¿Humo? ¿Recarga de extintores?), refrigerios y pago de recurso humano. Por ejemplo, Jhon Jairo ‘el Loco’ Vásquez, uno de los capos de Holocausto, recibió de salario 1.800.000 pesos mensuales. ¿Por hacer qué? Esa pregunta se la hacen algunos jóvenes que, decepcionados de cómo se manejan las cosas en Holocausto, prefirieron dejar la barra.
Voces de Aliento se creó para darle una alternativa a los pelados de las comunas para que, a través del fútbol y su pasión, canalizaran su energía e invirtieran mejor su tiempo libre en actividades lúdicas. Teatro, baile, música, graffiti. Los recursos -públicos, de particulares y de cobrarles a sus integrantes por colgar sus trapos en la tribuna norte- que les entran son para ello. Sin embargo, en la Fiscalía reposa una denuncia por falsedad en documentos, pues a uno de estos colaboradores, que puso dinero de su bolsillo para estas actividades, le falsificaron la firma para cobrar unos dineros.
Como se lo manifesté a la secretaria de Gobierno municipal hace un año: si quiere ponerle un tate quieto a esta barra, señale a sus capos. Expóngalos ante la comunidad para que se hagan responsables de lo que hacen los parches que componen a Holocausto. Para que la comunidad los fiscalice y los señale cuando hagan malo, o los aplauda cuando tengan una buena acción.
Hasta que no se le ponga un control estricto y severo a Holocausto, y no dejar que ellos se auto regulen, algunos de sus integrantes seguirán atracando, apuñalando, vendiendo vicio y falsificando documentos. Hasta entonces ellos seguirán con muy mal aliento.
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