Andrés Hurtado


En 1975 todavía había monos aulladores en la reserva de Meremberg. "Miles de monos aulladores", eran las palabras exactas que empleaba Gunther. Convivían con los micos churucos. De mis recorridos por la selva amazónica tengo los más bellos recuerdos y experiencias con los churucos. Son negros y mirándolos y acariciándolos se tiene la impresión de estar cargando un niño. En una ocasión en las selvas del río Vaupés, cerca del mítico Raudal de Yuruparí, entré a casa de un colono que tenía dos churucos bebés. Son francamente hermosos. Cargué uno y el bebé me miraba como si yo fuera su madre y buscaba mi axila; me explicaron que la madre tiene las glándulas mamarias cerca de las axilas y por eso buscaba esa parte de mi pecho.
En los árboles de la "Quebrada de los monos", que reúne varias fuentes de agua que coinciden en la reserva, se solían juntar los micos aulladores. Allí fue donde mataron a Matilda cuando ella acudió al oír los disparos que mataron unos micos. Desde entonces la quebrada quedó bautizada como "La Quebrada de la Mona", porque así llamaban a Matilda, por ser rubia. Los aulladores (Alouata, los llaman los biólogos) nunca bajan al suelo; toman el agua de las hojas de los árboles y por la mañana y por la tarde-noche llenan la selva con sus asordinados aullidos.
Oírlos es una experiencia inolvidable.
Los monos aulladores de la reserva de Meremberg adquirieron resonancia mundial entre los científicos cuando el biólogo Steven Gaulinlos estudió durante siete meses y su trabajo fue publicado en las grandes revistas científicas y en universidades como Cambridge. El investigador encontró las condiciones precisas: un grupo suficientemente grande y que se desplazaba en un área definida. Steven observó que los aulladores prefieren árboles del género ficus, ricos en látex, circunstancia muy interesante porque los animales rehuyen el látex en su alimentación. ¿Será que los aulladores poseen un estómago que soporta y prefiere el látex? se preguntaba el científico. Para estudiar la estructura intestinal que les permite recibir el látex, Steven pidió permiso para sacrificar un aullador, pero Gunther no lo permitió. La vida de sus animalitos era sagrada para él.
El botánico Jorge Hernán Torres clasificó una especie nueva de "ficus" en la reserva. Se trata del Higuerón de caucho, al que denominó como "Ficus Guntherii Torres". Y el malogrado Henry von Prahl descubrió una especie nueva de cangrejo de agua dulce al que bautizó como "Hiporbocera merembergensis". Y digo malogrado porque este biólogo, tan querido en el mundo científico, murió en el atentado al avión de Avianca que hizo el narcotráfico cuando el aparato salía de Bogotá, si mi memoria no me falla.
La llegada de las aves migratoria era para Gunther, según lo recuerda Liberio Jiménez, motivo de especial alegría. "Cuando las bandadas de aves migratorias aparecían en el horizonte, mi corazón palpitaba de entusiasmo y las saludaba con honda emoción. Ellas venían de un viaje lejano para descansar en Meremberg. Después de varios meses de alegre compañía emprendían el viaje de regreso y entonces mi alma volaba con sus alas en una sempiterna fantasía". Leer las anotaciones de este alemán, entusiasma y nos muestra a un hombre que rozaba los linderos de la armonía cósmica.
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