El presidente de Rusia, Vladimir Putin es el gran ganador de los pasados Juegos Olímpicos de Invierno que recién finalizaron el domingo anterior. Putin se llevó la medalla de oro en lobby político al lograr que el Comité Olímpico Internacional (COI) avalara a Sochi como la sede de las justas invernales.

El 4 de julio del 2007 los efectos del productivo lobby de Putin fueron más que evidentes cuando Sochi fue elegida como ciudad sede de los Juegos Olímpicos de Inverno del 2014. El presidente ruso se reunió con casi todos los integrantes del COI y con boronas conquistó lo que él quería para su ego. Es por ello que, luego de ceder brevemente la presidencia a Dmitri Medvédev, él necesitaba volver a la jefatura del Estado ruso a cualquier precio.

No todo cuadra dentro del panorama en el cual se realizaron las competiciones. Sochi es una ciudad en la ‘ribera rusa’; una urbe cálida que muchos rusos —habitantes de zonas nórdicas— buscan para pasar los meses más fríos del año, pues en Sochi las temperaturas son más elevadas que en resto del país.

Pocas personas conocen que el gobierno ruso pagó más de 50 mil millones de dólares para realizar unas competencias olímpicas en una de las pocas ciudades rusas donde la nieve poco abunda. De hecho, el costo ecológico de estos Juegos aún puede ser desconocido. Boris Nemtsov, miembro de la oposición rusa dijo antes de la inauguración de los XXII Juegos Olímpicos de Invierno: “Tienes que pasar un muy buen tiempo buscando en el mapa Rusia que es un país tan grande para encontrar un sitio sin nieve… Putin lo encontró”.

La temperatura promedio en Sochi durante el mes de febrero es 6°C. Por ello, la búsqueda de nieve y un ambiente gélido típico de los Olímpicos de Invierno era improbable una vez Putin postuló a esta ciudad para realizar uno de los eventos deportivos más importantes del calendario. La nieve escasea y el frío que se sintió por algunos días de competencias fue apenas coincidencia meteorológica.

Los habitantes de Sochi, cuando era un destino turístico y de descanso, nunca fueron escuchados por la administración central rusa. Más de 200 edificaciones se construyeron y a su paso dejaron rellenos, basuras y botaderos en sitios que en otrora ofrecían relajación y tranquilidad. Lo más preocupante es que Sochi, una ciudad que no alcanza más de 400 mil personas de población, va a quedar completa de instalaciones deportivas que muy pocos atletas pondrán en uso, dada su lejanía de las grandes urbes del país.

Ahora, ¿el fin justifica los medios? La ciudad nueva de Sochi es un gran jardín cosméticamente producido por magnitudes desconocidas de corrupción y lobby político. Del gasto desmedido de capitales públicos en un país que continúa su ponderación entre los más desiguales del mundo partieron las ilusiones de un país que Putin suntuosamente burló.

Finalmente, Rusia ganó los XXII Juegos Olímpicos de Invierno para que el regocijo de Putin quedara completo, alejado de cualquier crítica. Él llevó unos Olímpicos a su país, algo que Obama ni siquiera logró completar, dirán muchos en Rusia, pero el verdadero costo de la vocería del presidente ruso se define en que se hace lo que él quiere. Eso sí, Putin jamás retrocederá.

Por eso, el presidente ruso guardó silencio tantos días sobre el desastre político ucraniano, pues no quería arruinar su propia fiesta.

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El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, entró ya en un episodio de confusión y delirio. No sabe qué hacer y las mentiras ni siquiera le rinden y efecto en un pueblo que protesta a ciegas.

Maduro se encargó de crear un Nelson Mandela venezolano tras la aprehensión de Leopoldo López hace una semana, aunque las expectativas de crecimiento de la oposición todavía no coinciden.

Con todos sus errores como presidente sí queda claro que el chavismo está a punto de caer y que Venezuela no es un país sostenible mientras Maduro siga improvisando en el poder y gritándole ‘fascista’ a todo quien piense diferente a él, aunque ultrajar sea la verdadera esencia del oficialismo venezolano.