Camilo Vallejo


Riosucio ha sido un pueblo partido en dos. Con dos plazas, dos fundaciones, dos razas y, ahora mismo, con dos diablos. Esa es su historia, una división que permanece latente y una integración al vilo.
Hablar del Diablo en Riosucio implica indagar sobre cómo este pueblo se convirtió en una sola municipalidad. Más allá de cuál sea la versión, entre las muchas que hay, el Diablo aparece sin falta en todos los relatos, casi siempre como un símbolo que surgió para garantizar y celebrar la unión de las culturas que permanecían aparte. Así que nació para integrar a las dos partes: las dos plazas, las dos razas, las dos historias, las dos tradiciones. Los riosuceños se lo inventaron para permanecer juntos.
Pero una unión, una integración, no siempre es igual. Puede hacerse a costa de unos para favorecer a otros, o puede hacerse en busca de una igualdad en la que todos los sectores encuentren su lugar y su beneficio. ¿Cuál es la unión que se prometió con el diablo? ¿Cuál es la unión que en realidad se está consiguiendo? Sólo podrán responderlo los riosuceños.
Por ahora lo que vemos, desde afuera, como visitantes, es que el diablo tiene gente que lo controla o que quiere controlarlo. Quizás temen que esa unión que se simboliza con él pueda serles contraproducente, sobre todo si se llega a cumplir con pretensión de igualdad para todos. Pero el diablo, siendo diablo, también puede ser tramposo con quienes creen gobernarlo. Y es que no le gusta que lo aten o que le ordenen,¿o por qué otra cosa renunció al cielo?
El diablo ha logrado volverse a revelar en las mentes de los muchos, cansado de haber sido atrapado en las lenguas de los pocos; y no siendo suficiente con ello, encontró formas para hacerlo. Primero provocó, hace bastante, el nacimiento de La Diabla, construida al margen de la institucionalidad del carnaval por la famosa Barra de los 30. Este grupo, personas excluidas y estigmatizadas de Riosucio, más conocidas por su estilo de vida y sus vicios que por su buen reconocimiento –como lo describiera Eliana Medina Ramírez en su trabajo ‘Si dañas la fiesta, te lleva el diablo’–,logró poner de presente que la guachafita infernal también tenía un cuerpo de mujer tan imponente como el del Diablo oficial. Simbolizaron de alguna forma que la integración cultural que se le prometió a Riosucio era una en la que todos cabían sin importar su género ni su forma de vivir.
Más tarde, en este 2013, los visitantes que asistimos al carnaval tuvimos la oportunidad de presenciar el arribo de un segundo diablo varón. Otro con las mismas ínfulas de machote. Traído por un grupo de personas, esta vez bien diferentes a Los 30. Gente empoderada dentro del pueblo, ex-organizadores de carnavales anteriores, con capacidad de recursos propios y con aires ilustrados. Este segundo diablo que se llamó "el no oficial", después de algunos revuelos que aún están por conocerse, terminó instalándose en una esquina emblemática de Riosucio ya cuando se había quedado por fuera de la procesión tradicional y sin un lugar en alguna de las plazas. ¿Qué pretensión o mensaje traía?
El hecho es que apareció otro diablo, como en el pasado nació una diabla, y hay quienes sospechan que los tres, juntos, son el mismo satanás, uno que está cansado de que lo manipulen para abusar del poder que otorga y de que lo pongan a simbolizar una unidad que una veces es desigual y otras no es más que apariencia. Se trata del mismo que tuvo que presentarse en diferentes cuerpos porque tiene algo para decir: que si con él se quiere simbolizar la integración de un pueblo diverso como Riosucio, procurando que todos los sectores puedan encontrar su lugar, no puede tener dueños ni intérpretes; a él todos deben poder acercarse para entenderle.
Si el diablo realmente es para conmemorar una identidad de todos, ¿no será que se equivocan esos pocos que quieren valerse de él para reafirmar un lugar que les da poder y beneficios, y para desoír a los demás? ¿De continuar así podrán evitarse las disidencias, las divisiones? ¿No quedará siempre al descubierto un pueblo dividido con una identidad común frustrada? El diablo seguro no quiere desaparecer y ansía en poder servir a la unión que se le prometió a los riosuceños, una que no se haga a la fuerza ni de cualquier forma; una en el que Riosucio no se rompa a pedazos.
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