Alvaro Segura


Se conmemora este 5 de noviembre el primer aniversario de la más grande tragedia en la historia de Manizales, la del barrio Cervantes, la cual causó la muerte de 48 personas y un número menor de heridos producto del desprendimiento de una enorme masa de tierra que nadie tenía en los pronósticos se pudiera derrumbar.
Allí en ese céntrico sector de la capital de Caldas, de estrato medio bajo, en el que vivían, y viven aún, decenas de tradicionales familias que la mayoría de sus cosas las han conseguido con enorme sacrificio y esfuerzo, quedarán por siempre la impronta y el recuerdo de un desafortunado episodio que como todos los desastres que comprometen vidas humanas producen indignación, tristeza y ganas de revancha; esta última interpretada desde lo jurídico, es decir, por medio de la cual se busca una indemnización o compensación económica por los daños causados a las personas.
Pues bien, en ese campo de la trágica realidad del barrio Cervantes es en el que me quiero adentrar, no sin antes expresar de nuevo a los familiares y amigos de las víctimas un sentido mensaje de acompañamiento, pues el recuerdo del infortunado hecho, justo en el primer aniversario, debe remover todo los bellos y malos momentos, produciendo un dolor que nadie quisiera enfrentar y despertando la necesidad de estar con quien o quienes no están.
Sin hacer señalamientos sobre la posible responsabilidad individual o compartida de Aguas de Manizales, Municipio de Manizales y Corpocaldas por la falta de acción para atender llamados de la comunidad ante la supuesta ruptura de un tubo de conducción de agua que parece ser la causa más cercana del derrumbe, como se ha denunciado a lo largo de este tortuoso año para ellos, creo que la Administración Municipal, de la que Aguas de Manizales hace parte, debería entrar a conciliar un acuerdo con los familiares de las víctimas.
Aunque en lo jurídico existe un universo de posibilidades para enfrentar cualquier proceso, tengo entendido que hay algunos elementos probatorios que aporta la parte demandante que comprometen a Aguas de Manizales, aunque otro estudio contratado por la propia empresa la deja sin responsabilidad, pues señala que el derrumbe se originó por la acumulación excesiva de las aguas lluvias de esos días y de la noche anterior, lo que a la postre originó el derrumbe y el que a su vez se llevó el tubo de conducción haciendo mucho más grande y mortal la avalancha.
No tengo intereses con nadie en Cervantes, independiente de que allí vivieran familiares de varios compañeros de trabajo, pero lo que sí creo es que el Municipio en aras de ayudar a superar el drama y la tragedia familiar, y teniendo en cuenta que se trata de algo que partió la historia de la ciudad, que es su mayor tragedia, que quedan profundas heridas que muy difícilmente cicatrizarán y que debe existir una mínima compensación frente a las pérdidas de los seres queridos por hechos de esta naturaleza, podía tratar de acercarse a un acuerdo con los demandantes.
Cuando hay tantas vidas comprometidas no es fácil llevarse bien con todos los demandantes, máxime si hay familias que perdieron tres, cuatro y hasta cinco integrantes, lo que acrecienta el dolor y la indignación. Además, y eso hay que reconocerlo, hay gente desprovista de intereses económicos a la que el dinero es lo que menos le interesa aunque sabe que ahí puede haber una posible compensación, pero hay otras personas que compungidas aún por la pérdida infortunada de los suyos, aprovechan para hacer uso de todo su dolor y tratar de obtener el mayor lucro monetario posible.
Claro, preocupa sin duda la situación que un fallo económico pueda derivar para la golpeada Aguas de Manizales, y no tanto para el Municipio, aunque al final cualquier sanción de ese tipo la terminamos pagando los usuarios. Y me refiero a Aguas, pues no sólo sería esta tragedia la que tocaría sus arcas, ya que además tuvo que atender con muchos de sus recursos propios parte de la emergencia generada por las suspensiones de agua hace un año también a raíz de las emergencias por el invierno, y como si fuera poco por los dos casos de infortunio antes mencionados se le vino una sanción que la Superintendencia de Servicios Públicos tasó en mil 100 millones de pesos, aunque hay que ver en qué termina la apelación de la misma.
Ya pasó un año de ambos lamentables episodios y la verdad es que este tiempo ha sido de gloria si recordamos lo que fue cargar agua en canecas y vasijas, bañarnos a punta de totuma o no tener con qué hacer de comer ni cómo vaciar el sanitario. Todo eso por fortuna se ha ido superando, aunque persisten los riesgos, pero comparativamente con los meses finales del año pasado este 2012 ha sido y es hasta ahora de gloria.
Por todo lo anterior es que hay que mirar detenidamente cómo se enfrenta este proceso, y estudiar qué tan viable es una conciliación millonaria sin duda, pero que sería muy distinto a una condena multimillonaria que pueda llevar a tambalear a Aguas de Manizales y nos ponga en un riesgo de quedarnos sin agua y sin empresa, tan grande como el que nos afectó hace un año.
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