Guillermo O. Sierra


Hoy escribo para controvertir lo que dije en mi última columna. Y entre tantas cosas, llamo la atención del lector sobre esta premisa que expresé en aquella ocasión: "Aspiro a que la construcción de una sociedad más razonable me ayude a quitarme esta sensación agridulce que tengo". Lo manifestaba porque he venido sintiendo que son muchos los ciudadanos que se sienten solos, burlados, agraviados…, lo que conlleva que se les pierdan las esperanzas y los sueños por tener un mundo cada vez mejor. No creo que podamos negar que los niveles extremos de pobreza provocan tensiones que posibilitan que germine la descomposición social, lo que a su vez degenera en violencias, y otros tantos males como la economía informal, el aumento del narcotráfico y de la delincuencia organizada.
No obstante, hoy quiero voltear la moneda y ver su otra cara. Y en ésta veo a las universidades reunidas en Suma, a la Fundación Lúker, la Alcaldía, Parquesoft, la Cámara de Comercio de Manizales, Incubar Manizales…, conjuntar esfuerzos y voluntades políticas para que los manizaleños volvamos a creer en nosotros mismos. Bajo el eslogan de "Cree, crea, crece", que simboliza a Manizales más, avizoro que es factible construir un mundo mejor. Sí podemos volver a confiar en nosotros y en los demás; sí podemos comenzar a notar una tendencia que apunta hacia la disminución de la desigualdad (pregunto: ¿será posible acelerar este ritmo?).
Hasta ayer jueves se reunieron en el centro vacacional La Rochela (Caldas), por lo menos 305 estudiantes que llegaron de Samaná, Manzanares, Pácora, La Merced y Supía, y que adelantan sus estudios en programas técnicos y tecnológicos en las universidades de Caldas, Católica y de Manizales, instituciones que junto con la Secretaría de Educación Departamental y la Chec, formalizaron una alianza por una educación superior de calidad en el campo. La presencia de estos jóvenes y las ganas que han mostrado desde que empezaron su formación superior es quizás, como lo dijo el decano de la facultad de Agronomía de la U. de Caldas, el mejor indicador de que la paz está entre ellos, y no necesariamente en Oslo o en Cuba. El que estén estudiando con la seriedad que han mostrado, acompañados por sus profesores y familiares, es la mejor prueba de que las esperanzas se vuelven más verdes y el horizonte para los ciudadanos del departamento más nítido. Así, me atrevo a decir que los caldenses somos Manizales más.
Cada vez me convenzo más de que en estos chicos hay un mañana emprendedor; con seguridad, de sus espíritus saldrán muchas ideas de proyectos de negocios. ¿Acaso no es esto lo que se busca cuando en Manizales más se habla de emprendimiento de alto impacto? ¿Qué más alto impacto podemos esperar que ver miles de caras felices al saber que a su alcance están las nuevas tecnologías con las que podrán ayudar a recuperar la vida agraria? Del campo venimos y al campo volveremos.
La universidad en el campo es todo un ecosistema de emprendimiento. En los municipios de Caldas existe -y lo digo con absoluta certeza- todo un inmenso potencial cultural y creativo, una magnífica historia de desarrollo rural que no debemos olvidar.
En teoría, con Manizales más hemos visto que sí se puede; y con el ejemplo de estos 305 jóvenes emprendedores de vida, comprobamos que así es. Los ciudadanos campesinos, esperanzados en sus hijos e hijas, se darán cuenta en un futuro de no muy remota música, que sí se puede tener un empleo digno y mejorar la calidad de vida.
Por supuesto, a esto hay que sumarle que es necesario que los gobernantes crean más en sus ciudadanos; quizás ésta sea una manera de que mejoren su gobernabilidad; asimismo, no puedo dejar de mencionar que los empresarios e industriales deben recuperar sus niveles de confianza para que sus inversiones con alto contenido de innovación y tecnología faciliten el impulso necesario para la creación de un ecosistema de innovación que apoye de forma decisiva la creación de nuevas empresas con alto valor.
Repito esto último de otra manera: la cara de la moneda que veo con Manizales más es que si formamos ecosistemas de innovación en la ciudad, si las universidades (reunidas en Suma) continuamos haciendo bien lo que nos compete en lo que tiene que ver con la investigación, la proyección social y la docencia; si las instancias del gobierno hacen la suya mejorando el marco normativo y regulatorio; y si las empresas e industrias aprovechan las ventajas que les pueden dar los nuevos modelos de negocio con la idea de que los incorporen a su cadena de valor, con seguridad habrá capitales dispuestos a invertir en la ciudad y en la región.
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