De nuevo en escena la selección que entusiasma a Colombia. Su rival, un discreto combinado al que se le abona coraje y entusiasmo… poco fútbol. Frente a él, nuestro equipo que hipnotiza  con sus  figuras, capaz de imponerse por calidad individual y colectiva. No es un partido de alto riesgo ni un juego de ajedrez, con sesudos planteamientos tácticos; es el tradicional duelo de trámite en el que ganar, es la única alternativa aceptada. El favorito, Colombia,  tiene la obligación de hacerse sentir. Por ello, no se aceptan conformismos anímicos, ni perdidas de protagonismo. Hay que jugar estratégico, con la cabeza y con los pies. Fútbol y psicología. Tener el balón, no perseguirlo, con ritmo continuado, inteligente, ocupando con él, todos los sectores del campo, para aprovechar el escenario con su aliada base, la temperatura. Equivale lo anterior a  gobernar el duelo y resolverlo con prontitud para cerrarle el paso a la impaciencia de la tribuna. En Barranquilla  también reprueban con silbidos e  insultos.
Bolivia vendrá a enredar, a maniatar, a provocar, a cortar el ritmo del juego, sin dinámicas ofensivas constantes. Las tretas propias del que se siente inferior. A mantener el cero para desequilibrar emocionalmente a Colombia.  No tiene otros argumentos. Error es pensar que en la cancha, como sobre el papel, Colombia arrasara con comodidad. El partido, como lo demuestra la experiencia hay que jugarlo, calculando los movimientos y sobre todo, proponiendo con intensidad. Jugador por jugador, línea por línea, el nuestro es superior. El partido no es de alto riesgo-nunca lo será- salvo por  el mal empleo del poder futbolístico del que nuestra selección  hace gala por estos tiempos. Sabe Colombia que primero el rendimiento, luego el resultado y más tarde la fantasía para alimentar el sueño.
Falcao nuestro goleador insignia, no ha perdido la licencia para anotar y mucho menos sus compañeros de lujo. Pero, lo fácil no puede  hacerse difícil.