Luis F. Gómez


Gran alegría causó el anuncio del Gobierno Nacional sobre el fortalecimiento del apoyo a la ciencia, tecnología e innovación a través de la investigación, y gracias a la aplicación de un porcentaje de las regalías. Se tiene diseñado duplicar los recursos del presupuesto nacional en los próximos años. Pero la cuestión comenzó mal. Y quisiera plantear algunos de los desafíos en que nos encontramos. La idea que las regalías fueran esparcidas por todo el país y no solamente para las áreas geográficas productoras de ellas fue una negociación de justicia con todo el país. Fue una sana decisión. Y, en segundo lugar, que una buena parte de dichos recursos se destinaran a ciencia e innovación alegró profundamente a los convencidos que ese es el camino para lograr desarrollos sostenibles y tonificados en el desarrollo de un país, para elevar sustancialmente la productividad de la mano de obra, haciéndonos más competitivos a nivel mundial.
Una primera pregunta inquieta por las condiciones de posibilidad para el desarrollo de la ciencia, es decir, los mínimos necesarios para que se pueda dar generación de conocimiento. Pues bien, el proceso ha caído en la ingenuidad de pensar en que la ciencia puede hacerse en cualquier lugar, pero ello es sencillamente falso. Se requieren muchas condiciones y no todas de fácil cumplimiento. Que no toda la ciencia se hace en laboratorios es cierto, pero se requieren un rigor y una formalidad para ello, que desafortunadamente no están presentes en todas las regiones. Aquí faltó decididamente mayor paciencia y una mejor planeación, para asegurar esas condiciones de posibilidad. De otra parte, es obvio que hay temas y áreas del conocimiento que exigen mucha especialización y que un esquema que "esparce la mermelada por toda la tostada" atenta por la atomización de los esfuerzos. ¿Es ético arrojar cuantiosas sumas de dinero de ciencia e innovación donde se sabe que no existen las redes de generación de conocimiento?
Una segunda preocupación es la relativa a los problemas de corrupción que se viven en el aparato estatal del país. Según estudiosos, salvo algunas excepciones, un tanto especiales, a nivel descentralizado y territorial se vive en un anticultura de la corrupción muy fuerte. Mayor al promedio nacional. Ya se ha oído de investigadores que se han topado con serias limitantes a nivel territorial cuando se presentan sus proyectos ante los organismos territoriales. Esto no es invención. Y necesariamente nos hace preguntarnos si es responsable y ética la entrega de dineros cuando se sabe que pueden caer en manos corruptas. Esta ha sido la crítica a los antiguos imperios de las regalías, municipios que con altísimos ingresos por este concepto desviaban continuamente los dineros o los ejecutaban en obras faraónicas, muchas de las cuales nunca prestaban el servicio para el cual habían sido diseñadas. Si sabemos que en el país hay una alta propensión a corrupción, no es ético que les entreguemos mayores dineros sin cauterizar el mal.
No se trata de bombardear el proyecto de ciencia, tecnología e innovación, pero sí es de mínima responsabilidad con el país, que este proceso se esté monitoreando seriamente para evitar desmanes en su utilización. La idea de promover las articulaciones entre Universidad-Empresa-Estado son interesantes y marcan una nueva forma de relación, que exige mucho cuidado en la operativización de la misma, y además no se da por generación espontánea, hay que propiciar este trabajo conjunto.
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