Ricardo Correa


“Nos están metiendo el marco jurídico para la paz con vaselina”, dijo hace poco el procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez, ante cuatrocientos militares, justo unos días antes de que la Corte Constitucional entrara en la recta final del estudio de constitucionalidad de ese cuerpo normativo que tiene como objetivo principal hacer viable jurídicamente el proceso de paz entre el Gobierno nacional y las guerrillas. A todas luces una expresión grotesca y vulgar que no se espera de un alto funcionario del Estado, más teniendo en cuenta las demostraciones y ostentación que hace el procurador Ordóñez de su religiosidad. Esas palabras tienen una alta carga de agresividad y el solo escucharlas produce enorme malestar. También causa gran extrañeza, que el procurador, abanderado de la ‘pulcritud sexual’, acuda a una expresión de la más alta procacidad y desvergüenza.
Podría pensarse que fue una intervención desafortunada del doctor Ordóñez; sin embargo, más bien parece que se está volviendo costumbre del procurador expresarse de manera irrespetuosa y agresiva en los diferentes asuntos que le competen. En otra ocasión dijo: “Muchos de esos periodistas, entre porro y porro, y pase y pase, tienen el deporte de estigmatizar a quienes no aceptamos determinadas ideologías”, con lo cual indicaba que quienes lo criticaban lo hacían drogados, acudiendo nuevamente a la agresión sarcástica e irresponsable, y en últimas a una injuria. Luego salió con la ridícula explicación de que cuando hablaba de porro se refería al género musical, en un acto de cinismo. En otra ocasión, al hacer mención a la participación política de miembros de las Farc en política luego de firmarse un acuerdo de paz, dijo que si bien los comandantes guerrilleros no podrían hacerlo, sí les sería permitido a los académicos e intelectuales que pertenecieran a esta guerrilla o que simpatizaran con la misma, a quienes pedía “salir del closet” - expresión esta que se ha popularizado para señalar el momento en que una persona homosexual asume públicamente su orientación-, en una afirmación que ofende por su ligereza a unos y a otros. Esto lo dijo con voz pausada y suave, pero destilando veneno en sus palabras. En otro momento señaló que “Petro se la fumó verde”, refiriéndose a una propuesta del alcalde de Bogotá respecto a la posibilidad de tener centros de consumo de drogas controlados para los adictos. Nuevamente palabras desobligantes y temerarias.
Si bien el procurador Ordóñez está demostrando que es el más vulgar y ordinario de los altos funcionarios públicos, a pesar de las apariencias que con cierta pose quiere mostrar, no es el único. El propio presidente Santos dijo de su primo y adversario político Pacho Santos, que tenía sida en el alma, en un acto de total irrespeto a Francisco Santos y también a todos los enfermos de sida. Y no se nos pueden olvidar las frecuentes intervenciones del expresidente Uribe en las cuales se le siente la rabia, la agresividad y muchas veces la injuria temeraria.
¿Quiére más? Preste atención a las declaraciones de políticos y funcionarios públicos, o escuche programas de debate en la radio o la televisión y no pasará un rato sin que el uso agresivo, sarcástico, cínico o procaz de la palabra haga su aparición. Se puede pensar que esto no pasa de ahí, que es inherente a la política, que en últimas es como un juego. Sin embargo, la realidad es muy distinta, los efectos de la palabra son mucho mayores de lo pensado, es más, son muy poderosos, pues lo dicho tiene la posibilidad de penetrar como el más corrosivo de los venenos o ser un bálsamo que alivia el alma.
¿Será posible tener algún día una política y un diálogo público en los cuales la palabra no sea usada para la agresión, el irrespeto, el sarcasmo, la ironía, la calumnia y la injuria? ¿Será mucho pedir? La paz que esperamos salga de La Habana, y otras que tienen que llegar, sin que el diálogo cambie, es una paz incompleta.
No soy optimista por ahora, en esto hay más que miopía, hay ceguera. Entonces, si el ejemplo no viene de arriba, que venga de abajo, y en ese sentido cada uno de nosotros, los ciudadanos, puede revisar sus propias palabras, siendo más cuidadosos en la forma como nos expresamos, haciendo el esfuerzo de no ofender incluso en las situaciones difíciles, escuchando de verdad, y de ser posible, sin hablar demasiado, tal vez así los políticos aprendan.
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Nota: Otra vez habló el sabio Pepe, cual otro si no Pepe Mujica, el presidente de Uruguay. Dijo que el proceso de paz colombiano es lo más importante que está pasando en Latinoamérica. Pero aquí ni lo entendemos ni lo escuchamos.
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