Jorge Enrique Pava


Queda uno sorprendido de la agilidad con la que, de un momento a otro, la Asamblea de Caldas resulta estudiando, debatiendo, participando y resolviendo a favor los proyectos de ordenanzas presentados por el Ejecutivo, y sobre los cuales se habían mostrado renuentes los nueve diputados que conforman la mayoría aplastante de la Duma departamental.
Y sorprende también la forma como, en un período de sesiones extras citadas por el gobernador Julián Gutiérrez, se logran resolver los temas neurálgicos del departamento que parecían sin solución durante las sesiones ordinarias.
Pero, ¿a qué se debe este altruismo y este amor por el trabajo legislativo que se despierta en esos nueve diputados, justo en el momento en que habían acorralado al gobernador y lo tenían metido entre las cuerdas? ¿Por qué el cambio de postura, de argumentación y de decisión?
Parece coincidente, pero las cosas cambian justo después de la reunión (a puerta cerrada) que hace Julián Gutiérrez con los diputados, en la cual se limaron las asperezas y se pudo conversar de temas "cívicos", "administrativos" y "presupuestales" y seguramente se pactaron algunos procedimientos nuevos en "beneficio del departamento amado".
¡Qué tristeza! ¿Qué necesidad había de hacer una reunión en privado con casi toda la Asamblea Departamental? ¿Qué temas se trataron sobre los cuales no cabe el escrutinio de la sociedad ni la asistencia de los medios de comunicación? ¿Cómo es que esos mismos diputados, que hasta ayer le hacían oposición al gobernador y para quienes los proyectos de ordenanza estaban llenos de vacíos y errores, resultan apoyando y avalando esos proyectos supuestamente plagados de inconsistencias y falencias? ¿Cómo es que esos diputados a quienes la Secretaria de Hacienda trata de extorsionistas, pasan a ser abnegados, responsables y respetables legisladores?
Como todos sabemos, esto es un juego político que, lastimosamente, se ha convertido en un juego económico, de poder y de injerencia burocrática. Y no se sabe si lo que le faltó fue tino al gobernador para transar desde el inicio de su administración con quienes tienen el poder para doblegarlo, y evitar al final este ridículo; o le faltó fortaleza, decisión y carácter para aguantar en esa posición de inflexibilidad ante las exigencias descaradas de algunos diputados.
Lo cierto es que de esta batalla todos salimos perdedores: el gobernador, porque mostró su debilidad, su talón de Aquiles, su lado flaco y en ésta, como en cualquier práctica extorsiva (para utilizar las palabras de la propia Secretaria de Hacienda) solo basta ceder una vez, para verse obligado a ceder eternamente; los diputados, porque quedan en evidencia cuando, sin explicación alguna, basta solo una reunión secreta para cambiar su postura y para apoyar lo que antes atacaban; la Asamblea, porque a su minado prestigio se le suma una pérdida de credibilidad que crece sin control; y los ciudadanos, porque tanto el gobernador, como los diputados, son representantes del pueblo en cada uno de los poderes y da rabia saber que solo contamos para poner los votos que los acerca al poder, pero que, una vez allí, se dedican a hacer transacciones donde el beneficio personal prima y la desvergüenza campea.
No se puede afirmar que dentro de esta deplorable práctica haya algo ilícito. Y no se puede, precisamente porque los acuerdos, las transacciones, las cesiones y todo aquello que surgió como conclusión de esa reunión entre el gobernador y los diputados de la bancada mayoritaria, se hizo en secreto. Se podría decir que hubo una sesión secreta de la Asamblea de Caldas, en la cual se acordaron ciertas cosas y se tomaron ciertas decisiones (fuera de acta y alejada de testigos), que luego serían ratificadas a pupitrazo para darle el viso legal y hacer la pantomima de que se hace en bien del departamento y ante el escrutinio social, y sin beneficio alguno para los votantes. ¡Nos creen estúpidos! Para eso no se necesita el secreto ni el sigilo.
Pero bueno… esa es la democracia y esas son las prácticas a las que nos tienen acostumbrados en este país. Lo triste es que tenemos que asistir a la muerte de otra de las promesas públicas de un hombre que, como Julián Gutiérrez, llegó con la esperanza de gobernar el departamento, pero sin el conocimiento de lo que tendría que afrontar. Y se estrelló contra un muro de desfachatez, descaro, intereses personales, ambiciones y condicionamientos, levantado por sus propios gestores y por quienes le pusieron los votos para que extendiera un largo memorial de promesas de campaña, que solo puede cumplir si les cumple a ellos primero lo que persiguen para su beneficio personal. Lo peor de todo es que esto apenas comienza y los diputados ya saben cómo proceder para lograr lo que quieren. ¡La va a tener mucho más difícil en el futuro el gobernador!
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