César Montoya


La nuestra es una democracia de inestables revoltijos legales. El prurito reformatorio, el deseo imperante de la fama, la sutil vocación por la trascendencia, le han abierto amplio canal a riesgosas innovaciones constitucionales que hartos infartos en cadena le producen al país. Colombia es una república copietas. Vivimos de la importación de incisos, con invencible vocación imitativa. Nuestra justicia es una calcomanía sumisa de la gringa, ingresamos a la obsesión manzanillesca del reeleccionismo presidencial y para exhibir una vistosa camiseta moderna, nos embarcamos en la loca aventura de elegir por voto popular alcaldes y gobernadores.
Antes todo era mejor. Un ejecutivo responsable, en escala descendente, escogía sus colaboradores. Gobernador que se excedía, incapaz o venal, era fulminantemente removido. Alcalde arbitrario, camaleonado en sátrapa de su pueblo, o doloso en su conducta, desaparecía de la administración. Los concejos, ad honorem, estaban integrados por patricios, incontaminados y probos. La remuneración a los ediles sirvió de Torre de Babel a la moral pública.
Es horroroso lo que ocurre ahora. El dinero de la mafia compra gobernaciones; los indignos en asaltos criminales se hacen a las alcaldías; y una demosteniana demagogia de zapateros y vendedores ambulantes le echa mano a los cuerpos edilicios. Están o estuvieron en los panópticos por delincuencias los gobernadores de Magdalena, Boyacá, Cesar, Bolívar, Córdoba, Chocó, Cundinamarca, Arauca, Amazonas, Santander y Meta. Suspendidos o destituidos los del Valle del Cauca. Más del 50% de los alcaldes del país tienen enredos penales o atienden procesos en la Procuraduría General de la Nación. Y los concejales detrás de los bocados del presupuesto, libran batallas para conseguir adeptos a cambio de contratos y sobornos. Nos movemos en el ámbito de una democracia podrida.
¿Para qué sirven los políticos? ¡Absolutamente para nada! Aportan su pecunio, su tiempo y su apostolado mesiánico. Son imprescindibles para abrir trochas, irremplazables para ilustrar conciencias, necesarios, sí, necesarios en el crédito que a los candidatos le dan los obedientes votantes. Los que buscan ser elegidos gobernadores o alcaldes mendigan el apoyo de los políticos. Los he visto cortesanos, promeseros con juramentos de por medio, obsecuentes ante los barones que cultivan el mundo del sufragio.
Cuando triunfan, estorban los políticos. Qué carajo el atafago de las carreteras y las interminables jornadas en los balcones y el somatén guerrero en las convocatorias que hacen los líderes en sus provincias. Estos son buenos para ganar elecciones pero embarazan en la hora de administrar la victoria. Laureano Gómez, con voz apocalíptica, le cantó la tabla a un expresidente que fue imprudente al expresar que había llegado "solo" a la Casa de Bolívar ¿"solo"?, rugía el Zeus de la política conservadora. ¿"Solo"? ¿Y los millares de votos de los sufragantes anónimos? ¿"Solo"? ¿En dónde quedan los capitanes que dirigieron los aguerridos combates?
Es angustiante el desespero de quienes integraron pacíficas milicias para ayudar a un candidato, confiados en un posterior apoyo del triunfador. Éste los halagó. El laurel corrompió su corazón e inesperadamente se transforma en personaje hosco y difícil, escondido de sus ingenuos electores.
Pregunto: ¿por qué la política se convirtió en un desolado estadio de ingratitud? ¿Por qué las felonías de los gobernantes desleales? ¿Por qué los asedios implorantes cuando eran candidatos y las espaldas frías y evasivas cuando, con votos ajenos, llegan al poder?
Qué desgraciada es esta elección popular de gobernadores y alcaldes. Quedamos en manos de los tramposos, de los paracaidistas olfativos, de la marrulla indígena. Tenemos una democracia populachera y mentirosa.
Aclaración: el contenido de este artículo nada tiene que ver con Guido Echeverri, eficiente gobernador de Caldas.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015