Orlando Cadavid


Avanza la temporada de las encuestas políticas, equivalente a la feria de los expertos en tomarle el pulso a la opinión ciudadana. Cada medio de comunicación defiende la veracidad de los datos de la firma escogida para su respectivo sondeo.
Al término del periodo más negro de la clase política que dirige y se engulle al país a través de altos sueldos, primas, bonificaciones y comisiones provenientes de la corrupción con la cual se reparten los impuestos de los colombianos, los medios nos atosigan desde las seis de la mañana con "la imagen favorable" de cada uno de los más encastados políticos tradicionales.
Los Galán, los Lara, los Turbay de primero y de segundo apellido, los Lleras de primero o de segundo apellido, los Serpa, los Name, los Yepes, los Char, los Gómez, los Peñalosa, los Guerra, los De la Espriella, Santos, Uribe, forman parte del paisaje repetido.
Los delfines emulan y compiten por la fama de sus apellidos en búsqueda de votos y comparten listas con los delfines de la corrupción, Cáceres, Belt, Pinedo, Gil, etc. cuyos padres o esposos les endosan desde las cárceles el capital electoral ganado con paramilitares, funcionarios públicos y contratistas corruptos, pero con el aval de los partidos que no los desamparan.
Todos y ninguno, van más allá de los "propósitos" repetidos a lo largo de la historia política de Colombia, como lo señaló recientemente Daniel Samper al mencionar al jefe de los artesanos de Bogotá que se dolía, mostraba su decepción por la inmovilidad, hace más de cien años, de las ideas y de los programas de los políticos tradicionales de los partidos liberal y conservador que se enriquecían y mantenían en alto sus apellidos como protagonistas de una "democracia" sui generis, que después le abrió sus puertas a su nieto Alfonso López Pumarejo y a su bisnieto Alfonso López Michelsen.
Contrariando el decálogo de la ética periodística, Néstor Morales, el conductor de la joven Blu, promueve marchas de apoyo al procurador Alejandro Ordóñez, para calmar la tormenta desatada por la destitución del alcalde Gustavo Petro.
Para Morales no existe el principio de ejercer un periodismo objetivo, neutral e imparcial. Tampoco la obligación de ser independiente.
O tal vez sí cumpla personalmente con esos propósitos éticos, pero le toca hacer el mandado que le ordenan sus jefes de la organización Caracol Televisión.
Claro que en materia antiética los periodistas se han convertido en campeones. Sin escrúpulos ni consideraciones han desplazado de los medios hablados a los locutores y sin empacho alguno leen y muchas veces mal, la pauta comercial de los espacios periodísticos.
En la W es silvestre oír niñas y niños, empeñados en promover marcas de carros, de constructores y de urbanizadores en ferias comerciales que los mismos periodistas organizan.
No todos, pero la mayoría, desconoce la buena dicción, la entonación y el énfasis que sobre las palabras, las frases, saben darle aquellos que sí son (fueron?) profesionales de la locución que con el correr del tiempo, la constitución y la necesidad de sobrevivir, se graduaron de periodistas en medios radiales y televisivos.
La apostilla: En una pausa para tomarse un refresco en la tienda de la esquina, un encuestador le pregunta a otro: "Hermano, ¿quiénes vamos ganando?".
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