Alejandro Samper


Howard Beale pasó a la historia en 1976 porque en un momento de locura inspirada, el presentador de noticias dijo -en vivo y en directo- que estaba cansado de la situación social y política del mundo. La economía, la desigualdad, el crimen... Todo eso que hoy nos sigue jodiendo. No ofreció soluciones a esos problemas, como lo hacemos muchos editorialistas. Le pidió a los televidentes que, si sentían como él, se desahogaran sacando sus cabezas por las ventanas y gritaran: "estoy enojado como el demonio y no me aguanto más esta situación". Después de eso verían qué hacían.
Cientos de ciudadanos se asomaron a sus ventanas esa noche y gritaron. Hicieron sentir su protesta y su derecho a que en sus casas, en la sala frente al televisor, los respetaran como personas. Ya era lo suficientemente difícil salir todos los días a la calle a luchar para vivir, como para que la televisión les metiera los conflictos del mundo a su hogar.
Hoy, si Howard Beale quisiera llevar su mensaje a la gente, tendría que hacerlo a través de las redes sociales. La primavera árabe -que derrocó a los gobiernos de Túnez, Siria, Líbia y Egipto- se gestó a través de la Internet y los teléfonos celulares. La televisión, aunque sigue siendo un medio de consumo masivo, ya no mueve masas como antes lo hacía.
En Medio Oriente, por ejemplo, mientras miles de ciudadanos usaban Facebook o Twitter para reunirse, protestar y exigirle a sus gobiernos un cambio, la televisión, por orden estatal, le restaba importancia a la masivas manifestaciones. Parecido a lo que ocurrió en Colombia en 1985, cuando el presidente Belisario Betancur le ordenó a la entonces ministra de Comunicaciones, Noemí Sanín, que no transmitiera la toma del Palacio de Justicia, y a cambio pasara un partido de fútbol.
O lo que sucede hoy en Brasil. Casi 500 mil personas protestan a diario por el derroche económico que está haciendo el Estado con la infraestructura para el Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos. A cambio, a los ciudadanos los clavan con impuestos y las cifras de desigualdad social van en aumento. Las políticas de la presidenta Dilma Rousseff van más enfocadas más al circo que al pan, y en la televisión sale Pelé, por orden estatal, diciéndole a los ciudadanos que vean la Copa Confederaciones y apoyen a su selección. En las redes sociales, mientras tanto, están los jugadores de esa misma selección apoyando las revueltas.
La televisión de consumo masivo de hoy se ha vuelto un medio por el cual anunciar productos. No pone a pensar. No refleja lo que la sociedad siente o quiere ver, a pesar de lo que digan guionistas como Juana Uribe o Fernando Gaitán, que insisten en que las narconovelas y las historias de prepagos es lo que los colombianos pedimos ver cada noche en nuestros hogares.
Por fortuna está la Internet, y un ejemplo claro de ello lo evidencié esta semana. En Bonafont (vereda de Riosucio) hay personas que prefieren ver programas a través del portal de Internet Youtube que encender el televisor. Dicen que hay menos comerciales y eligen lo que ellos quieren ver, no lo que el canal les diga. Además lo hacen a la hora que quieran.
Por mi parte, hace algún tiempo dejé de consumir televisión nacional. Si acaso los noticieros y uno que otro partido de fútbol (y ojalá sin audio). A través de la Internet veo las series, películas y documentales que siempre he querido ver, sin los molestos comerciales. Encuentro información más didáctica y relevante. Desde investigaciones sobre por qué hay personas zurdas, hasta el más reciente video porno de alguna famosa. Y sin censura.
Si el presentador de noticias Jorge Alfredo Vargas sale mañana gritando en el noticiero y pidiéndole a los colombianos que protestemos a través de nuestras ventanas porque hay campesinos tolimenses que adiestran perros para que asesinen a mordiscos oseznos de anteojos, estoy seguro que nadie lo haría. Si lo hace en la Internet y sus redes sociales la cosa cambia.
A Howard Beale finalmente lo asesinaron porque tenía una audiencia en televisión muy baja. Él nunca existió realmente. Es el personaje central de Network, una de las 100 mejores películas del cine estadounidense según el American Film Institute. La vi por Internet, mientras en nuestros canales vuelven a transmitir una novela de hace 20 años protagonizada por Thalía, y en el otro hay un burro comentarista deportivo que habla de la "saltabilidad" de algunos jugadores y se inventa los nombres de los integrantes de la selección de Nigeria.
Si en este país llega a suceder una revolución, esta definitivamente no irá por televisión. A no ser que la protagonicen Erik Estrada y Laura León, y la presente Laura Acuña o cualquiera de los egresados de la escuela de talentos del canal RCN.
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Dos cosas... ¿Cuándo será que las autoridades policiales y la Alcaldía les ponen el tate quieto a los barristas de Holocausto Norte, que siguen causando desórdenes en la ciudad antes y después de los partidos? ¿Cuándo sancionarán a sus líderes?
La otra... ¿Cuando será que el columnista Jorge Enrique Pava Quiceno dice de una vez por todas que él quiere hacerse cargo de la Corporación Cívica de Caldas? Ya nos quedó claro que no le gusta como viene siendo manejada esta entidad y está bien que denuncie las irregularidades que allí se presentan. Pero últimamente parece que se está postulando para el puesto o le está haciendo campaña a algún amigo.
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