Todo es importante en el planeta Tierra, y también en el universo. Al ser humano le interesa todo aquello que lo circunda, ya sea que tenga conciencia de ello o simplemente no se percata de la existencia de otras condiciones que pueden influir en su vida, así no lo crea.

El ser humano es complejo, más de lo que aparentan su figura, su vida terrenal, sus comportamientos psíquicos y connotaciones espirituales que en un momento dado y lamentablemente se mimetizan con lo material. Sin olvidar el yugo que en ocasiones le impone la sociedad u otras personas, hasta hacerlo un ser absolutamente dependiente.

El ser humano debe ser considerado, sin duda alguna, como la máxima expresión de la biología, si está consciente de la naturaleza que implica una persona con autonomía única entre todos los que son considerados seres vivientes y todo ello está por encima de lo demás de constitución inerte. ¡Tan fácil expresarlo y tan difícil practicarlo!

Es fundamental convencerse de que las personas son lo primordial en la Tierra y quizá a miles de años luz. Es necesario hacer comprender lo que significa el ser humano y su papel en la concepción del universo. Hacer una catequesis elemental para entender el significado de las personas, se constituye en una misión imprescindible frente a aquellos que no alcanzan a dimensionar el valor de su existencia.

Por fuera del ser humano todo debe quedar relegado a una segunda o subsecuente posición. Los otros animales, de cualquier especie; los constituyentes del mundo vegetal, de cualquier clase y finalmente los componentes del mundo microscópico, como se prefiera ubicarlos, dentro de la clasificación moderna de los reinos de la naturaleza, para no entrar en otros constituyentes del planeta que se asoman al insondable objeto y resultados de ciencia y tecnología, lo cual no tiene límites.

Viendo y oyendo al ingeniero Jorge Reynolds, un científico de verdad, se produce una reconciliación con los hombres y mujeres de ciencia que piensan en lo mejor para los seres humanos. Quedan en la neblina, aquellos que aparentan pero no son, incluyendo los doctores, PhD, que han sido formados y únicamente ejercen para provecho propio y los ejemplos circundan el medio.

Volviendo al hombre de las ballenas y los marcapasos, es dueño de un impresionante concepto de función social de la investigación, lo que hace mucha falta por estos lares. Investigación cuyos resultados no estén dirigidos en última instancia a favorecer a las sociedades humanas no debe existir, o al menos no debiera tener patrocinio estatal.

Indudablemente, decenas de miles de millones de seres humanos que han habitado la Tierra desde que hay vida en ella, algunos cálculos indican que 108 mil millones de personas han vivido en el planeta, han hecho cosas inimaginables por sus congéneres. Pero desde siempre, también hay humanos que han pretendido ubicar a otros seres y objetos por encima de la persona, e inclusive se han convertido en constructores de ideas y actores de guerra o simple violencia destructora de las personas.

Cuando se llega a ello se trastocan los papeles que les corresponde desempeñar a los humanos, al menos en el planeta Tierra. La ciencia ficción, tan de moda ahora y desarrollándose cada vez mejor en los últimos 20 años, tiene un filón inagotable de donde se extrae la temática, fantasiosa o real, que plantea la lucha entre una persona y un ser distinto a la especie del Homo sapiens sapiens. Y llega un momento en que las personas no saben distinguir, ¡una lástima!, al humano de otros seres.

Billones de palabras contenidas en cientos de miles de textos, imágenes y audios han sido producidos por humanos en defensa de las personas. Mucho de ello se pierde ante el dominio del dinero, el poder y el egoísmo, tres dioses que avasallan todo.

Nota: Otro año sin Hospital Universitario. ¿Dónde están los líderes?