Flavio Restrepo Gómez


Los políticos continúan convirtiendo nuestra patria en una letrina. El retrete colectivo en el que le prometen a la gente de todo para poder hacerse a su voto, para luego dejarlos solos, con no más opción que la de evacuar el vientre allí en el mismo lugar en el que ellos hacen sus evacuaciones. Los volvieron a engañar y ellos no lo pueden creer. La ingenuidad del votante, que cree que caras simpáticas como caretas o máscaras de arlequín, hacen hombres decentes, es de nuevo trampeada.
Los retreteros de hoy, esos politiqueros carísimos que hacen cosas tan baratas, son peores que los de ayer, de los cuales salieron. Hablan de nuevas coaliciones, para acabar con las viejas coaliciones, porque juraban que eran muy corruptas, pero nos demostraron que estos son mucho más corruptos, infinitamente más corruptos, convirtiendo a los primeros en unos principiantes al lado de tan aventajados y manilargos alumnos.
Haber asistido al espectáculo deplorable de la destitución de Guido, merecida por supuesto pues estaba inhabilitado, demuestra que hombres que podrían hacer política seria como él, están inhabilitados en Caldas para el ejercicio del poder, pues honestos, no sirven a los intereses de los que se creen dueños de la comarca.
¿Quién pudo haber sido el promotor de su destitución? Parece que tiene color verde, compra votos en Antioquia, hace bingos para engatusar jóvenes inexpertos, es muchacho resabiado, no sirve para nada dice su padre, lo angustia su personalidad escrupulosa, se hincha y le da alergia cuando se unta de sudor de pueblo, se lava las manos con frecuencia casi ritual, con obsesión y ceremonia, que hace recordar a los que creen que los votantes son leprosos, a los que solo se necesita acudir para comprarles el voto, prometiéndoles lo que no les va a cumplir. En fin, la deformación máxima de un delfincito, con mucho poder y mucho escrúpulo, para ser tan inescrupuloso.
Quiere tener la gobernación al precio que sea, y con hipocresía sin par, asegura que no estaba de acuerdo con la destitución, que en su caso es la mejor manera de saber que la quería, porque es un aventajado representante de lo más corrupto que tenemos en Colombia en política, que es mucho decir, en un país en el que los políticos suelen ser muy embusteros, farsantes, sablistas y charlatanes.
Hoy estamos ante la proximidad de unas elecciones para gobernador, que definirán en buena parte el futuro de este maltratado departamento. Todos se alistan para hacer de la fiesta pulcra del voto un carnaval del Leviatán, con sus pozos sépticos, en los que saldrán a flote todas las trampas, artimañas, componendas, todas las argucias y maquinaciones, para hacerse al poder político de la región y convertirla en un fortín de los nuevos esbirros de la política.
Pero no será una elección atípica en lo político, será una demostración del desprecio absoluto que sienten los que ejercen esa forma de prostitución, de cómo malgastar el presupuesto, que no es del Estado, por supuesto, aunque sea eso lo que creen, sino del dinero de los contribuyentes, los de los ciudadanos del común que tributan a diario, para mantener las arcas del Estado llenas, para que los imberbes políticos puedan hacer con ellas piñatas y despilfarros, de los que obtendrán suculentos dividendos y no despreciables ganancias. El arte de la política convertido en negocio de compra venta de conciencias y votos amarrados.
Esa mezcolanza de conservadores malos, de liberales desteñidos, de parapolíticos en ejercicio detrás de bambalinas, de arribistas ambiciosos e insaciables, deja muy pocas opciones para garantizar un gobernador decente y pulcro al cuidado del Departamento. Tanto que hoy, cuando leo los pensamientos de Ómar Yepes Alzate, llego a la conclusión de que él, a quien tanto he cuestionado, es un crisol al lado de tanto lagarto, de tanto malandrín de finos modales, pero escalofriantes mañas.
Tiene que haber un candidato cívico, acrisolado, impoluto, sin antecedentes de indecencia en lo público, que represente los intereses de todos los caldenses, que les sirva desde una gobernación, en la que los políticos estén para servir, que es a lo que están obligados y no para ser servidos, que es lo que con inaceptable realidad, nos tienen acostumbrados.
No bote su papeleta y vote pensando en el bienestar del Departamento, más que en sus intereses personales, sus fanatismos políticos o su voto amarrado.
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