Ricardo Correa


Por estos días empieza a calentar motores la máquina política de cara a las elecciones del próximo año: las parlamentarias en marzo y las presidenciales en mayo y junio. Ambas, sin duda, y con base en el ordenamiento constitucional, son las elecciones más importantes y las que definen las relaciones de poder en el país por un período de cuatro años. Nuevamente se repiten todas las actividades y rituales típicos de estos eventos: se escogen candidatos, se ungen liderazgos, se celebran convenciones, se confeccionan listas, se pactan alianzas, y obvio, se acentúan y exacerban odios y rivalidades. Casi todo en un ambiente que huele feo, que dista mucho de los ideales democráticos que los políticos pregonan, cuya motivación no es propiamente el interés colectivo o el bien común, si no más bien la ambición personal, la que los inspira a hacer lo que sea necesario, legal o ilegal, para lograr la victoria.
También hay que reconocer que entremezclado con lo anterior, que es más circo que cualquier cosa, aparecen diferencias de fondo entre los contendientes que se espera serán dirimidas en las elecciones, lo cual nunca sucede, pues las sociedades siguen fracturadas a pesar del triunfo de un partido u otro. Para el momento presente la diferencia de fondo y que se pondrá a consideración de los ciudadanos es sobre la manera de acabar el conflicto armado que padecemos desde hace medio siglo: si por las armas o por el diálogo y la negociación.
Cada cuatro años se habla profusamente de la necesidad de ‘renovar’ la clase política, pero esto, también cada cuatro años, nunca llega. Si bien los nombres cambian, pues al mirar quiénes componen el Congreso hoy con seguridad veremos que en su mayoría son personas distintas a las que allí estaban hace diez años, las dinámicas para llegar y el modo de ejercer el poder legislativo no se modifican. Y como atestiguamos día a día, ese poder se usa de manera burda y perversa. Los mejor preparados y con la mejor disposición para ser congresistas ni siquiera aparecerán en las listas, y los pocos que en ellas figuren sacan muy pocos votos. Apenas uno que otro llegará, y su número será tan pequeño que no tendrán capacidad para ir cambiando un orden de cosas en la política y en el Estado que no es bueno. Esa es la realidad, y sería bueno que la tuviéramos en cuenta, para evitar desengaños.
Pronto iniciará ese bombardeo de publicidad tonta en que incurren los candidatos al Congreso y todas esas frases gastadas que pronuncian como loros los políticos, empezando por lo de "la fiesta de la democracia", aunque a decir verdad, no es del todo falso, pues sí que es una fiesta de disfraces, con payasos y bufones, cuando no personajes de terror. Nada cambiará, es mejor saberlo desde ya: corrupción, alianzas con delincuentes, delincuentes ellos mismos, clientelismo, falta de inteligencia y formación. Esos serán los atributos de la mayoría de nuestros próximos congresistas. Tal vez, mirando con lupa, surgirán unos buenos candidatos, y esos merecen nuestro respaldo, serán como una pequeña llama prendida que mantenga viva la ilusión de que algún día las cosas serán distintas.
En cuanto a las elecciones presidenciales, las más importantes de todas, para esta ocasión está en juego un asunto crucial, el más importante hoy para el país: el rumbo del proceso de paz. El presidente Santos tendrá como principal propuesta para su reelección la continuación de las negociaciones y la firma de un pacto que ponga fin a la confrontación armada con las guerrillas. Y con seguridad los candidatos de las terceras fuerzas -la Alianza Verde y el Polo- también presentarán la negociación como principal punto de su agenda, eso esperamos. Por su parte el expresidente Uribe y su candidato repetirán sin cesar que no se puede permitir que se llegue a la paz a través del instrumento del diálogo, para ellos solo el fusil vale. Unos y otros encontrarán adeptos. Ojalá sean más los que apoyen la sensatez del diálogo y este pueda terminar en un acuerdo útil para toda la sociedad, y que signifique el comienzo de la sanación de una profunda herida. En medio de todo, las próximas elecciones presidenciales son muy importantes.
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