La historia es tan traída de los cabellos que solo puede ser verdad, y los nombres de las protagonistas - Allison Briggite y Katherin - son como de novela mexicana o venezolana. La historia de la bebé secuestrada en el Hospital de Meissen en Bogotá es eso: una gran telenovela.
Y digo telenovela porque ha sido registrada por cámaras desde el comienzo; desde que Liliana Marcela Castillo raptó a la bebé de 17 días de nacida de la cafetería del hospital y quedó ponchada por los equipos de seguridad (que como todas las cámaras de seguridad, solo sirven para registrar la inseguridad. Parece que nunca hay alguien pendiente de ellas), hasta las audiencias públicas ante una juez. Es un reality mejor que un reality.
La historia, como siguiendo un guión, ha tenido todos esos puntos de giro y paradojas que enseñan en los talleres para libretistas. Acto primero: el rapto de la bebé y su búsqueda. Katherin - que no sabemos si se escribe así, pues todos los medios la bautizan diferente: con ‘c’, sin ‘h’ intermedia, con ‘e’ al final... - conoce a una mujer que le dice haber dado a luz por esos mismos días, pero que por un problema de salud no puede amamantar a la criatura. Entonces, le pide el favor que si le regala un poco de su calostro. Se ponen una cita en el Hospital de Meissen y mientras la joven madre va al baño, la villana le echa mano a la recién nacida y escapa.
Por todos los medios nacionales sale la noticia y la imagen de Liliana Marcela escapando del lugar con el bebé en brazos. Los padres de la niñita salen en la televisión pidiendo que le ayuden a dar con el paradero de su bebé, y la imagen de Allison Briggite es publicada con su autorización. Tampoco sabemos si el nombre se escribe así pues a veces sale con una sola ‘l’, con una sola ‘g’, con dos ‘t’ y sin ‘e’ al final... o todas combinadas.
Las redes sociales se congestionan y en cuestión de minutos ya hay una foto de Liliana Marcela Castillo más nítida que de la capturada de la imagen de seguridad. Posa en Facebook como una colegiala coqueta haciendo pucheros con los labios pintados con colorete, a pesar de que tiene 21 años. También hay fotos de ella con lo que parece ser una barriga de embarazo. La Policía las entrega a los medios para que las hagan públicas y hasta el mismo presidente Juan Manuel Santos pide que devuelvan a la bebé y ofrece una recompensa de $20 millones de pesos por información que dé con el paradero de Castillo.
Acto dos: el rescate y la entrega. La Policía hace una gran redada para cercar a la secuestradora, mientras que Katherin y su compañero sentimental lloran en la pantalla. Finalmente, tres días después del secuestro, encuentran a la niña. No se sabe si la rescatan o la entregó una tía de Liliana Marcela. O si fue la misma Liliana quien llamó a las autoridades. O fue su novio. O su suegra. El caso es que a Allison Briggite la encuentran.
La entregan el sábado en la parte más alta de Ciudad Bolívar, en esa Bogotá que solo salen en las notas judiciales de los noticieros. Hasta allá llega el director de la Policía Nacional, general José Roberto León Riaño, para entregársela a los padres, no sin antes ofrecerse como padrino de bautizo de la niña. ¡Tan tierno! Hay bombas y banda y edecanes. Un final feliz... hasta que llega Gustavo Petro.
Acto tres: el giro. Cuando los vecinos del barrio Acapulco - como llaman a esa loma al sur de Bogotá, bien lejos de las playas donde la vecindad del Chavo del 8 pasaban vacaciones - esperaban que el Alcalde Mayor de Bogotá le garantizara casa, carro y beca a Allison Briggite (como lo prometen todos los políticos así no cumplan), Petro profetiza lo que se le viene encima a esa familia. En esa ‘hijueputez’ tan de él, se tira la fiesta: "¿Cuál será la vida de Allison, si su mamá es una adolescente que no estudia y su papá es un desempleado?".
El general León Riaño se escabulló para no seguir haciendo el oso.
La historia está lejos de llegar al final y no será feliz. Katherin es una niña de 14 años, su novio, John Franco, tiene 27. El secuestro, por ahora, pasa a un segundo plano. La telenovela en este momento está en el episodio de abuso sexual a menor de edad. A John ahora lo investiga el ICBF por haber tenido sexo con una niña. Él se defiende diciendo que eso por allá, en la Bogotá del sur, es normal, mientras que las señoras que lo ven por televisión desde sus casas se toman la cabeza y dicen "¿cómo va a ser eso normal?".
Las calles donde suceden estas historias son, como las describió el narrador colombiano David Sánchez Juliao, "una corraleja humana". Allí la gente vive rápido, se procrea y muere joven. No solo en Bogotá, sino en todo el país. Según el informe Forensis de Medicina Legal, en Colombia murieron 5 mil 620 personas menores de 24 años en Colombia en el 2011. La mayoría de ellas provenientes de comunas o barrios similares a nuestra Sierra Morena, San Sebastián o Solferino. O Acapulco en Bogotá.
Esto quiere decir que John Franco, además de pederasta, es un sobreviviente.
¿Qué será de Allison Briggite y Catherine? ¿Y de Liliana Marcela Castillo y su hijo desaparecido? ¿Y de la juez que no la mandó para la cárcel mientras se le adelanta el proceso al no considerarla una persona no peligrosa (a pesar de haber secuestrado a una bebé)? ¿Y del general León Riaño que, por regalado, ahora será el compadre de un abusador sexual de menores? Así va esta novela, si es que algún "canalla" se mete y nos distrae de ella.
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