Bernardo Mejía


Los afanes del mundo moderno han traído consigo que todo debe ser regularizado. Por ejemplo, si una asamblea ordinaria de cualquier sociedad no cumple sus estatutos o reglamentos, esta puede ser impugnada e inclusive puede llegar a ser declarada nula, o que al menos las decisiones aprobadas no sean válidas.
Los órganos de justicia son los que deben dar ejemplo de cómo hacer cumplir las normas y protocolos aprobados. Sin embargo, para las altas cortes “la ley no está entrando por casa”. La Corte Suprema de Justicia ha quedado muy mal parada ante la sociedad, con la elección de la Fiscal General de la Nación. En la elección de la doctora Vivian Morales cometió varios errores que francamente dan “pena ajena”.
El primer error fue que los honorables magistrados tuvieron en vilo al país porque su elección tardó más de un año, debido a que se tranzaron en una pelea abierta contra el presidente Uribe -y al parecer también entre ellos mismos-, dejando a una institución tan importante como la Fiscalía, en una interinidad que en nada le convenía al país y finalmente, cuando se pudieron poner de acuerdo con el nombramiento los honorables magistrados -tratamiento protocolario establecido para dirigirse a las personas que hacen parte de estas altas dignidades, que al parecer no merecen-, lo hicieron violando el reglamento que tenían establecido con respecto al quórum requerido. Mal ejemplo le dieron al país los encargados de vigilar que las cosas se hagan bien hechas.
Al parecer la Corte Suprema se jugó la carta, de “por ser vos quien sois” nadie se iba a atrever a cuestionarlos. Sin embargo, no fue así. Ahora tienen que aceptar a regañadientes el fallo que profirió el Consejo de Estado y pedir nuevamente una terna al Presidente de la República para la elección de otro fiscal general.
El segundo error, que inclusive vienen cometiendo las altas cortes desde hace ya un largo tiempo, es el de dar a conocer a la comunidad los fallos verbalmente y en ruedas de prensa, desde antes que esté proferida la sentencia, lo que da pie para pensar que cogieron la costumbre de esperar a ver la reacción de la comunidad ante una decisión y después hacer las correcciones al fallo que consideren pertinentes.
El problema que se tiene es que esta elección del fiscal se da en un momento en que el gobierno nacional está interesado en sacar adelante una reforma a la justicia; reforma que está haciendo tránsito en el Congreso pero que no va por un buen camino, porque la propuesta inicialmente presentada ha tenido muchas modificaciones y no se va a lograr el verdadero cambio y ajuste que requiere nuestro sistema de justicia. Confiemos en que en esta oportunidad los honorables magistrados sí tengan la altura que su investidura les da -que nos les vaya a dar por chantajear al gobierno nacional- y elijan sin demora el nuevo fiscal y sobre todo, que este cumpla con los requerimientos que el país necesita actualmente.
Muy lamentable lo que pasó con la doctora Morales, mujer que había mostrado carácter y le dio un claro mensaje al país de que no le temblaba la mano para acusar a los corruptos. Su único problema era su marido, que como decía en un comentario anterior, este señor no cumplía con aquello de que “la mujer del César no solo debe ser buena, sino parecerlo”. Pero no creo que por esta razón se le debía separar de su cargo. Pueda ser que no le dé por demandar al Estado por la falta que cometió la Corte, porque la demanda puede ser bien complicada de manejar, sobre todo en el evento en que sea condenada la nación, se tenga que repetir la condena, como lo establece la ley, contra los que cometieron la falta.
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La muerte del estudiante de la Universidad de los Andes Luis Andrés Colmenares, que en una parranda de muchachos falleció de manera muy extraña y que normalmente no habría tenido mayor eco, está generando una lucha de clases y de regiones, con un gran despliegue por parte de los medios de comunicación y con la presencia de abogados prestigiosos y pantalleros, que finalmente son los que van a ser los ganadores, por lo menos en lo que tiene que ver con la plata.
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