Andrés Felipe Betancourth


En el año 1980 el cantautor argentino León Gieco publicó, en el álbum Siete años, la canción "La Navidad de Luis", y en ella relataba el diálogo entre un niño trabajador y su patrona que le ofrecía un pan dulce por Navidad, mismo que el niño no podía comprar. La señora, con la mejor intención en el corazón, además del regalo le ofrecía el día libre al niño, para que compartiera el pan con su familia, ya que el día de Navidad no podía ser un día de tristezas.
Contrario a lo que se esperaría, Luis rechazó la ofrenda navideña por dos razones profundas. La primera, relativa a él mismo, al decir: "Señora, gracias por lo que me da / pero yo, no puedo eso tomar / porque mi vida no es de Navidad". Como muchos otros niños que por esta época reciben un juguete, un dulce o algo de ropa usada, el Luis de la canción encarna el dolor de pretender llenar temporalmente el vacío que vive de manera permanente, y que obviamente no representa saciedad alguna.
La otra razón, más relacionada con la caritativa señora, es el reclamo frente a su percepción particular de la situación de Luis y su contribución para hacerla más llevadera. El niño de la canción ante el regalo replica: "Señora, cree que mi pobreza / llegará al final comiendo pan / en el día de Navidad".
La hipotética situación de la canción, que lleva 40 años de compuesta, no difiere de situaciones comunes por estas fechas. Bienvenidas son, por lo bien intencionadas, las diversas campañas para regalar un juguete, auspiciar una cena navideña o hacer espacio en el ropero regalando lo que está en desuso. Pero la buena intención, destacable como es, resulta inocua frente a las condiciones de marginación en la que viven miles de familias. Casi todos nos habremos enterado de las jornadas de recolección de regalos organizadas por alcaldías, centros comerciales, comunidades religiosas o fundaciones, pero con seguridad muy pocos hemos seguido el debate respecto del incremento del salario mínimo, siempre inferior a las aspiraciones de los trabajadores y al ritmo de crecimiento de la economía.
Lamentablemente es presumible que muchos de los que generosamente regalan en Navidad, lo hacen calmando sus conciencias. Lo mismo, o más aún podrían hacer si le pagan mejor a sus empleados, o cuando menos si pagan lo que obliga la ley. Por estas fechas, muchas personas generosas y bien intencionadas obvian el descanso al que sus empleados tienen derecho, para que disfruten con sus familias de vacaciones remuneradas.
Regalar a los niños pobres en Navidad tiene un buen efecto, pero tan limitado como el conocido "Día sin carro". Poco cambio estructural significa la acción de un día frente a los demás que se actúa diferente. Es escasa la contribución ambiental de un día que contrasta con 364 de trancones, vehículos de alto consumo e ineficiencia del tráfico. En igual sentido, es escasa la contribución de una campaña para que los niños tengan un regalo, cuando sus padres no tienen empleo, cuando sus madres no son remuneradas con justicia, cuando no hay servicios de salud y educación de calidad para ellos… tampoco sirve de mucho para tranquilizar las conciencias, porque advertir que hay niños sin regalos pero ser incapaces de ver que son víctimas de la exclusión y la injusticia, y que en virtud de ellas sus padres no pueden dárselos, o simplemente éstos no están a su lado, solo es demostración del egoísmo y carencia de solidaridad de nuestras sociedades.
Con la Navidad se celebra el nacimiento de un hombre que marcó un hito en la historia de la humanidad, pero por sus mensajes sobre el perdón, la justicia y la inclusión, los mismos que podríamos recitar de memoria pero nos cuesta llevar a la práctica. Tal era el caso de la patrona de Luis.
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