Luis F. Gómez


La Escuela Juan XXIII, ubicada en un punto estratégico de la carrera 23, antes de comenzar el ingreso al centro de la ciudad, está llamada a tener una vocación de punto de encuentro cultural y ciudadano. Por ello, celebramos que exista un proyecto de convocar a muchos ciudadanos y ciudadanas a sumarse a lo que podría ser la Universidad de la Vida. En una ciudad universitaria, con un potencial de docentes que han cumplido su ciclo laboral en las aulas, este tipo de proyectos tienen una excelente masa crítica para sacarlo adelante. Por ello, bienvenida la idea que ha ido cocinando con prudencia y astucia el exsecretario de la alcaldía, Gilberto Cardona, con la ayuda de distintos estamentos y especialmente del municipio.
Manizales, ciudad educadora, debe buscar crecer mucho en cultura ciudadana, en procesos culturales que toquen la vida de los manizaleños y manizaleñas. Este puede ser definitivamente uno de los diferenciales de una ciudad que quiere explotar a fondo el conocimiento y el turismo. Se requiere cultivar al ser humano de una manera integral. Y un espacio como el de la Escuela Juan XXIII es sencillamente privilegiado. Este tipo de focalización humanista permite que se desaten dinámicas sociales de alto impacto. Es jugarle por la formación del capital humano de la ciudad. Y ya no solamente para manejar un computador, o ser eficientes en la programación de un robot, sino en aquello que nos constituye como seres libres, amantes del arte, contemplativos de la naturaleza, constructores de imaginarios colectivos.
Qué bueno que este espacio se convierta en un escenario de inclusión social, de inclusión de la diversidad de expresiones artísticas y humanas. Y que allí los esfuerzos del sector público se vean complementados y catapultados por el compromiso del sector privado y en particular de las personas vinculadas a la academia. Solo así puede convertirse en un verdadero polo de paso de la gente de la ciudad, en foro de discusión democrática y ciudadana, en ágora de expresión de lo humano, en aula abierta para compartir experiencias. En fin, en un lugar que haya construcción de ciudadanía, de manizaleñidad, de humanidad.
Bien significativo, que todo este proceso se vaya llevar a cabo en una planta física que lleva el nombre de Juan XXIII, que fue el Papa bueno, el Papa que le dio un impulso a la Iglesia para dar una respuesta a los signos de los tiempos y que no tuvo temor de conducir a la Iglesia a una revisión profunda de su ser y misión.
Que este proyecto pueda hacerse una realidad, y que pueda ver la luz, con el apoyo de todos. Pues es un proyecto que permitirá trabajar por los hombres y mujeres que viven en Manizales y que tejen su futuro.
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