¿Seguimos? Impacta la fuerza de la avispa. Una vez que ha clavado el aguijón a la araña, paralizándola, no matándola, la arrastra a su nido. Impacta, digo, porque he visto avispas arrastrando arañas cuatro o cinco veces más grandes que ellas y debe saberse que algunas arañas tienen abdómenes prominentes y por ende pesados. Una vez en el nido la avispa deposita el huevo en el cuerpo de la araña y tapa la cueva. Al nacer la avispita penetra hacia el interior de la araña y de esa carne fresca se alimenta hasta que se convierte en pupa y entonces sale de lo que queda del cuerpo del arácnido (araneido).
La del trabajo (¿cómo siempre?) es la hembra. El macho de la araña se dedica a otros menesteres. Esta araña normalmente no pica al hombre; pica o muerde o como sea. Debería decirse: aguijonea. ¿Verdad?, puesto que no tiene ni pico ni boca sino aguijón.
Uno pasa al lado de ella, o mejor ella pasa volando al lado de uno, por los caminos y si no se la molesta no hace nada. Ella no va "a por uno", como dicen los españoles. Pero, ¡ay! del que se atreva a molestarla. Su picadura, cuyo dolor dura unos tres minutos, figura entre las más dolorosas del mundo. El dolor, dicen los que lo han sufrido, es "eléctrico, asfixiante", sin posibilidad de hacer nada, sino simplemente aguantar y esperar que pase.
Algunos entomólogos conocedores del tema, me dicen que ese dolor figura en la lista de dolor de Schmidt. Este entomólogo de la universidad de Arizona, de nombre Justin Schmidt, se hizo picar unas 80 veces de insectos y clasificó el dolor producido de uno a cuatro, siendo cuatro el más fuerte.
En su lista figura como el dolor más intenso causado por un insecto, el de la hormiga bala, dolor intensidad de cuatro. Esta hormiga, (artrópodo, insecto, himenóptero) me es muy familiar. Y cuando digo muy, es mucho. La encuentro en todas mis excursiones a la selva y cuando no la encuentro para que ella aparezca, entonces con un palo, o imprudentemente con la mano, pero a la vez con cuidado, removiendo hojas y troncos, aparece.
Los brasileños la llaman paraponeira y su nombre científico es "Paraponeraclavata", que viene del griego ponerina que significa dolor. Ya la etimología nos advierte de la ferocidad del animalito, que no es tan animalito. Esta hormiga, de color negro, alcanza dos centímetros; es pues un monstruo entre sus congéneres. En Colombia la llamamos, la conga, la llanabe o la veinticuatro; veinticuatro porque ese es el tiempo que dura el dolor producido por su veneno.
Es llamada hormiga bala porque el impacto de su picadura es como el de un balazo. Y produce desde un dolor inaguantable, hasta fiebre, parálisis y un cuadro complejo con sudores, inflamaciones y necrosis. Si la persona es mordida por segunda vez y hay reacción anafiláctica puede producirle la muerte. Yo estuve a punto de ser aguijoneado por una de estas congas en un dedo pero reaccioné a tiempo y la estripé.
Pueden encontrarse en nidadas hasta de 500 individuos, pero muy a menudo las he encontrado solas o en grupitos de tres o cuatro. Para ser exactos, solamente una vez he debido enfrentarme a una fila interminable de congas y ello ocurrió en una Navidad, en una travesía en la selva del Vaupés. (Este tema debe continuar).
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