Cristóbal Trujillo Ramírez


Todos, hasta los padres menos responsables, desean que sus hijos estudien en colegios muy buenos. Pero, ¿qué es para ellos un buen colegio? Las respuestas más frecuentes a este interrogante son: un colegio donde no haya droga, donde haya disciplina, en el que se respete lo ajeno, donde no haya peleas, un colegio donde no exista el matoneo, en el que no se vean estudiantes armados… en fin, esas son las aspiraciones de los padres para ingresar sus hijos a estudiar.
Al respecto, considero que ese colegio, por lo menos en Colombia, no lo vamos a encontrar, sencillamente porque en las escuelas colombianas hallaremos exactamente lo mismo que hay en la sociedad colombiana; de los mismos vicios que sufre la sociedad sufre la escuela, los mismos virus que contagian la sociedad contagian la escuela; la escuela es una muestra del país, en la escuela se dan cita todas las fenomenologías sociales; a ella asiste en igualdad de derechos tanto el hijo del delincuente como el hijo del policía; el hijo del expendedor y el del consumidor, el hijo del empresario y el del obrero, los hijos de un mismo padre y de diferentes madres; como también los hijos de una misma madre y diversos padres, los hijos de los contrabandistas y los hijos de los agentes aduaneros.
Los fenómenos sociales que hacen crisis en las familias y en la sociedad se dan cita en los escenarios de la escuela, del país han tomado una muestra poblacional y la han llevado a la escuela; por eso no existe esa escuela que los padres están buscando para sus hijos, ella solo será posible cuando logremos erradicar de la sociedad todos los virus que la infectan. Mientras en Colombia haya drogadicción, prostitución, microtráfico, violencia, contrabando, robo, secuestro, extorsión, vandalismo, matoneo, alcoholismo, promiscuidad, chantaje, amenaza; en síntesis mientras la sociedad y la familia en Colombia estén en crisis, la escuela no será ajena a la presencia de estos males que angustian a las familias y azotan a la humanidad.
Esa es la lógica natural de una escuela que forma para la vida; la escuela no puede ser ajena a la esencia de la sociedad para la cual forma; sus estudiantes vienen de ella y vuelven a ella, por eso la responsabilidad de la escuela es "formar desde la vida y para la vida", si la escuela se sustrae de las características que rodean la sociedad en la cual viven sus estudiantes, su acción pedagógica se vuelve insabora, inodora e incolora.
La diferencia, entonces, está en la forma como cada institución interviene estos fenómenos, cómo los enfrenta y los asume a través de acciones preventivas y curativas que hacen parte de su tarea formadora; no educamos para una sociedad que no existe, eduquemos para una sociedad en crisis y, a pesar de ese escenario adverso, acompañemos a nuestros estudiantes, a nuestros hijos en su gestación de una vida digna y exitosa.
Vitalicemos esto con una breve anécdota: una maestra le pide a los niños que escriban en una hoja cuál es su juguete preferido. Los niños lo hacen diligentemente. Cuando han terminado, la maestra añade una segunda demanda:
- Ahora, van a escribir debajo del dibujo de su juguete preferido, el nombre del niño o de la niña con quien les gustaría compartirlo.
Todos van realizando la tarea. Escriben el nombre de un amigo, un hermano, una prima, un compañero de clase. Todos, menos una niña que le susurra a su compañera de pupitre:
- Yo no quiero escribir un nombre. Yo no quiero compartir el juguete con alguien.
La amiguita, le dice, también al oído, y aplica las leyes de la lógica escolar: Hazlo, tonta, ¿no ves que es solo para la maestra?
Es solo para la maestra, es solo para la escuela, es un juego, no es para la vida, no es en serio, no es verdad. He aquí un grave problema que tenemos que resolver en la escuela; el currículo debe estar permeado por la realidad de la vida, las tareas de la escuela no son para la maestra, son para la vida; abordar los problemas de la vida nos debe preocupar más que resolver los problemas del álgebra; son las condiciones sociales del mundo las que deben hacer parte de la tarea escolar.
Por lo mismo, asumir compromisos escolares de formación en medio de fenómenos sicosociales como los ya enumerados, hace parte de la dignidad de la labor docente y de la responsabilidad institucional. El gobierno, la escuela, la familia y la sociedad deben revisar, programar y realizar este compromiso como una necesidad vital con el presente y el futuro de la patria.
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