Mario César Otálvaro


Mario César Otálvaro
LA PATRIA | MANIZALES
Entiendo la encrucijada que vive la directiva del Once Caldas ante la insostenible situación de Santiago Escobar, pues siendo lo más práctico determinar su salida, quedan en jaque por el alto costo que supone una indemnización, y el no tener un remplazo a la mano.
El técnico ni se inmuta, con cierto cinismo pide paciencia y tiempo, como si el que llevara fuera poco, esperanzado quizá en un milagro que lo acerque a la clasificación, porque si se trata de trabajo no tiene con qué, y menos con la nómina que él mismo escogió tras desbaratar el equipo del primer semestre.
Y jugando un poco a la especulación, la misma que se plantea en la calle, y con base en los nombres que se mencionan -que creo salen más del imaginativo popular- difícilmente se llena la expectativa, invitando a un análisis más profundo para encontrar lo que se necesita, sin volverse a equivocar.
Aquí casi que hay que empezar de nuevo, lo de Escobar es flojo en todos los sentidos, y me refiero a relaciones con los jugadores, manejo, esquema táctico, repeticiones, compromiso, y credibilidad, tanto que a veces parece que el grupo no quisiera marcharle.
Además erró en la selección de los refuerzos, de quienes dijo que había hecho un largo seguimiento, como si hubiese que indagar mucho para saber que Rodas llevaba años suplente en todas partes, que Izquierdo ni siquiera sobresalió en el Pereira de la B, que Cabezas era uno más en el Cali, o que Carlos Robles venía del modestísimo Quindío.
Y si sumamos que con Jiménez no dan en el punto, o que Herrera ya no domina el balón y le cuesta meter la pierna por una vieja lesión, o que el peruano Guevara es una sombra, y que es un plantel discreto que requiere motivación, a este coctel le falta la cereza.
Todo en defecto de Arias, Romero, Alcatraz, Jamell, Cabrera, Scaglia, Núñez y otros más, con quienes rompió la unidad, aumentando sus desaciertos como orientador para transarse con aves de corto vuelo que no le generen problemas ante la debilidad de su gestión.
Porque de aquellos a esta pobre escuadra que armó, de la que se salvan Cuadrado y el argentino Patricio Pérez, hay un enorme trecho, y aún así pasó de agache frente a una directiva que le comió cuento sin medir consecuencias, y que hoy paga tributo.
Sus disculpas son una bufonada, como aquella de que ‘hicieron falta jugadores ante el Quindío’, como si no se la pasara rotando la formación porque ni clara la tiene, o de que ‘somos humanos y nos equivocamos’ que no cabe ante sus reiterativos yerros.
Con el agravante de que convirtió al Once Caldas en presa fácil para sus rivales, suerte que no merece el patrocinador o dueño del equipo, asaltado en su buena fe, y de quien, como decía en un principio, comprendo sus inquietudes en torno al procedimiento a seguir.
Total, a buscar soluciones. El técnico no se va a ir, pero no lo pueden sostener, y es el primer ítem por resolver. No pudo, ni podrá, su momento es el producto de haberlo dejado al finalizar el primer semestre, o inclusive de haberlo contratado.
Pero la paciencia tiene techo, y tarde o temprano tendrán que tomar la decisión de prescindir de sus servicios, so pena de aumentar las dificultades económicas, y seguramente de otros órdenes. Parece cuestión de tiempo, pero cuanto más demoren, peor.
Tanto, que estoy seguro de que muchos de los aficionados preferirían renunciar a los cuadrangulares en aras de ese revolcón justo y necesario, que debe partir del nombramiento de un nuevo entrenador.
Por ahora deberían buscar uno interino, hasta llegar a una decisión acertada. El lío es hallarlo, porque si algo está demostrando la supremacía de Juan Carlos Osorio con Nacional, es que les lleva larga ventaja a los técnicos nacionales que poco se han preocupado por capacitarse.
Y más triste aún, que en Manizales no haya uno solo joven en quien se pueda confiar para ese encargo.
Hasta la próxima…
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El técnico ni se inmuta, con cierto cinismo pide paciencia y tiempo, como si el que llevara fuera poco.
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