José Jaramillo


En la primera salida de los delegados a las conversaciones de paz, en Oslo, Iván Márquez, vocero de las Farc, que tiene el mismo tono irónico, cínico y odioso que caracterizaba a Raúl Reyes, saliéndose del libreto que estaba previamente acordado, echó mano de la muletilla que no han podido superar los mamertos de varias generaciones, que es arremeter contra los Estados Unidos y los ricos. Sin reconocer que ellos, los jefes guerrilleros, son muy ricos y se dan una vida de sibaritas, con la plata de la extorsión, el secuestro, el tráfico de estupefacientes y el robo de tierras y ganados, como si esta manera de hacer fortuna fuera más meritoria que la de crear y administrar empresas, generando empleos legítimos, con las protecciones sociales debidas a una vida digna para los trabajadores y sus familias; pagando impuestos para el sostenimiento del Estado y la inversión social; y procurando un ambiente propicio para atraer capitales que aporten al desarrollo del país. Las excepciones, que las hay, por supuesto, son otra cosa distinta, que merece atención, examen previo y control oficial. Pero es de ahí de donde se pegan los "revolucionarios", para sumar ángeles, demonios, lobos y ovejas, desconociendo normas elementales de la aritmética, para lograr un único resultado: la confusión. Esa actitud es maliciosa y constituye un acto de mala fe.
En cuanto a los Estados Unidos, sería inocente desconocer su talante imperial, que tanta animadversión les ha conquistado en el mundo entero. Pero si se hace un balance serio y se colocan en los dos platos de la balanza los pros y los contras de la convivencia histórica de Colombia con los gringos, sin duda se ha ganado con su amistad, lo que hubiera sido imposible conseguir por las malas. Y no hay que olvidar que "más tiene mi Dios que darnos que nosotros que pedirle".
Y que entre la soberbia y humildad hay un punto de equilibrio que es la dignidad. Volviendo a los ricos, es evidente el desequilibrio social en Colombia, que coloca al país en un vergonzoso tercer puesto mundial en desigualdad, según estadísticas publicadas recientemente por alguna organización internacional que se ocupa de esos temas. Eso es remediable, porque hay recursos para repartir.
Lo que falta es una legislación eficiente y honesta que equilibre las cargas fiscales, sin ceder a las aspiraciones de los grupos de presión (léase gremios); un ejecutivo (presidentes, ministros, gobernadores, alcaldes, gerentes, directores y demás) que no subaste sus decisiones en los martillos siniestros del "quién da más"; y un poder judicial que no negocie fallos, para producir sentencias ridículas que castiguen delitos de gran magnitud. Hay condenas que se parecen a los reglazos suaves que les dan en las manos a los niños las maestras indulgentes de primaria. Entonces, las babosadas de Iván Márquez no pueden servir para dilatar las conversaciones con el gobierno, mientras los terroristas cometen crímenes atroces en los campos colombianos y hacen lobby ante la opinión mundial para que los absuelva, con un show mediático que tiene hasta reina de belleza (la holandesa idiota útil), como parte de la tramoya.
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