José Jaramillo


Hace muchos años nos mostraban en la escuela una historieta en varios dibujos secuenciales, con la que se demostraba que la unión hace la fuerza. En el primer cuadro aparecían dos mulas amarradas entre sí por el pescuezo y dos montones de heno separados. En el segundo, las dos mulas jalan cada una para su lado, tratando de comerse uno de los montones de heno, lo que no consigue ninguna. En el tercero, haciendo lo mismo, pero en sentido contrario. Y en el cuarto y quinto, las dos mulas se ponen de acuerdo y, juntas, se comen primero un montón de heno y después el otro. Eso último que hicieron, en el lenguaje ampuloso de los tratadistas, se llama concertación. El ejemplo, trasladado al manejo macro de un estado, es poner de acuerdo a los estamentos del gobierno, la producción, el consumo, los servicios públicos y la asistencia social, hacia un objetivo: El bienestar común, la mejor calidad de vida de la gente. Que es lo que en la mayoría de los países no sucede, porque priman el egoísmo y el sálvense quien pueda, que no permiten un acuerdo para lograr la distribución equitativa de los beneficios de la producción.
Situado el caso en Colombia, pensemos en lo que sería sentar en la misma mesa, para concertar acciones hacia el bien común, a los representantes de los gremios de la producción agrícola, uno por cada producto, porque hasta Asociación Nacional de Chachafruteros y Borojojeros del Litoral Pacífico existe. A las tres o cuatro organizaciones gremiales del sector financiero, que, como saben que les van pedir algo, llegan con los oídos taqueados de algodón. A comerciantes e industriales, que también se subdividen en ferreteros, droguistas, abarroteros, etc. A constructores, metalmecánicos, artesanos, transportadores, editores, mineros…, en fin a todos, incluidos, por supuesto, profesionales independientes y sindicalistas. Y al gobierno, representado por burócratas que andan como pisando huevos, porque entre los otros participantes están los que les consiguieron el puesto o los van a colocar cuando se queden cesantes.
¿Será posible poner de acuerdo a toda esa gente para trabajar concertadamente por el bien común? No. Y el gobierno no puede imponerse, porque carece de autoridad moral, en el Ejecutivo, el Legislativo y la Justicia, cuyos representantes están untados hasta el pelo de dádivas otorgadas por los gremios; o por organizaciones criminales, que los favores que hacen los cobran por las buenas o por las malas.
A la conclusión a la que se puede llegar es que sería mejor manejar el Estado con mulas, que sin haber pasado por una universidad, ni tener posgrados y doctorados, son más sensatas a la hora de concertar acuerdos para el bien común.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015