La afirmación es una de esas frases que dan por hecho muchas actuaciones de los seres humanos, sin que se someta al escudriño de otros semejantes, por lo que se acepta sin discusión que la ciencia siempre es ética, falsa, o que por lo menos debe ser un requisito ineludible para aquellos que se consideran o los consideran científicos.

Los científicos son iguales en esencia a todas las personas, pero tienen cualidades especiales que los distinguen, unas innatas y otras, las más y en los más, adquiridas a través de procesos de estudio y análisis que los llevan a ocupar la preeminencia dentro de la academia, con extensiones a cualquier temática de la vida. Hoy nada, o casi nada, se escapa a ser sometido a procesos de investigación desde muchos ángulos. Obteniéndose resultados diferentes hasta lograr lo que los investigadores desean y consideren que todo está explorado.

Pero, y eso es lo importante dentro de la investigación, aparecen nuevos enfoques con el tiempo, u otros cerebros, por decirlo de alguna manera, simultáneamente no comparten la manera en que se hizo la investigación previa, o simplemente discrepan de lo que han afirmado los científicos. Pero en sí, existen muchas formas para rechazar o complementar una investigación.

Una de las tendencias en investigadores, o en grupos de ellos que trabajan en las mismas líneas, es desconocer por principio todo lo que otros hacen, hasta lograr el convencimiento pleno que les servirá de base para proyectar y continuar sus propios trabajos.

Las personas no vinculadas directamente a la ciencia creen que todos los científicos son veraces en lo que enuncian y que ello corresponde a una conducta estricta que lo hace importante dentro de la comunidad científica en especial o dentro de todo el conglomerado humano. Hay investigadores de una elevada credibilidad comprobada y otros que solo con enunciar su nombre aparecen los nubarrones de duda o al menos de una incógnita repetida y repetida.

No todo lo que la ciencia dice es cierto y por lo tanto puede no ser ético. Y la prueba ha aparecido en un interesante documento que ha analizado 2.000 publicaciones, una de las maneras de medir la importancia de la producción científica, que entre el 2010 y 2011 han sido retirados de las bases de datos por fraude comprobado o sospecha de la misma conducta, plagio y duplicación, una especie de autoplagio.

Aparece una pregunta: ¿Qué tanto significan esas dos mil publicaciones dentro del universo de ellas? La respuesta la obtendrán los analistas quienes han consultado todas las bases de datos.

Pero cualquiera que sea el porcentaje por encima de 0,00, es una agresión a la inteligencia y ética del ser humano. En este mismo sentido se ha pronunciado el exrector de la Universidad Nacional de Colombia y Presidente de la Academia Nacional de Medicina, Fernando Sánchez Torres. Las situaciones no son fáciles, porque se ha demostrado que varias de las falsas investigaciones son conocidas y sus resultados utilizados con muchos fines, incluyendo el lucro por otros que directa o indirectamente están ligados a los trabajos realizados.

La comunidad académica y quienes evalúan sus resultados como investigadores, considera imperiosa la necesidad de publicar en revistas de prestigio o patentar, lo cual generalmente es precedido por un artículo científico. No valen las publicaciones en hojas parroquiales ni en nada que se le parezca.

Pero formar doctores, los que supuestamente dinamizarán, conducirán o harán las investigaciones, sin una rígida selección es algo que puede ser contraproducente. Mantenerlos por mantenerlos, sin cumplir con las exigencias que les deben imponer las instituciones que los patrocinan, incluyendo el Estado, es algo que no se compadece con una sociedad como la colombiana, que facilita a través de los impuestos las investigaciones.

Finalmente, los doctores, como se ha dicho, deben contar con todas las facilidades para sus logros. Lo demás es una incongruencia.