Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Herida nuestra sensibilidad de aficionados por la desilusión de Colombia ante Túnez es hora de afrontar la crítica con seriedad y valentía. Reconocidos son, por “huevudos”, los comentaristas que explican las debilidades inesperadas en la Selección, con argumentación firme que le da contenido a sus opiniones, a sabiendas de que serán, irremediablemente, tildados de apátridas o enemigos del proceso. Preferible esto a ser señalados por viajar en el avión del engaño, confundiendo apoyo con lealtad fingida o conformismo. La autenticidad de la confianza, de mi confianza, no está en crisis.
Pero es hora de rebobinar el juego anterior y de mirar hacia atrás para espulgar las razones por las cuales la Selección ofreció tan pálida imagen, en contraste con la exuberancia de su fútbol de hace un año que encantaba y seducía. Sobre todo, si los protagonistas son los mismos.
Dice Pékerman, en sus mañas verbales, que es un irrespeto hablar de plan B o C, en el caso Falcao.
Invierte el profesor las prioridades porque irrespeto es no plantear soluciones a la ausencia del "Tigre". Demostrado quedó que no hay quien se asome a la condición del samario en la nómina actual y que urgentes son las soluciones grupales y de funcionamiento, a su incomparecencia.
Colombia, en el partido pasado, fue un mosaico que se encendía y apagaba, sin unidad de gremio, que no supo salir del juego trabado por carencia de ideas, con desajustes defensivos que demostraron falta de entrenamiento y memoria operativa.
No podemos hipnotizarnos con la historia reciente porque, para ir al Mundial, requerimos un modelo de juego con eficacia e inteligencia, sin convocatorias forzadas por influencia externa o por temor a hablar claro, algo tan típico de muchos entrenadores argentinos tan amantes de los discursos acomodados y presumidos.
Colombia hoy está jugando con lo justo. Su repertorio se ve agotado, no tiene variantes confiables ni sorpresa en las maniobras creativas. James, Cuadrado, y punto…
No es hora de cortarnos las venas ni darle la espalada al técnico y al equipo. Pero urgente resulta recuperar la confianza, si es el caso con nuevas convocatorias.
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