Luis F. Molina


Comienzo por expresar mi aversión ante los tecnicismos de la abogacía y el Derecho. Las palabras son de todos y no de los expedientes y unos cuantos códigos. Y lo anterior es una apertura crítica ante temas diversos que ignoramos, no porque carezcamos de una educación que nos delimite una franja entre el conocimiento y la ignorancia, sino porque la sociedad nos vendió una idea estúpida que se resume en lo siguiente: “cuanto menos sepas, mejor”.
Y qué equívoco es aquel imaginario. Llamar a alguien ignorante no es un insulto. Y eso en razón a que otras personas creen que aclamar a cualquiera por ignorante es un insulto de crueles raíces. Es una condición que se merma con el paso de los días, claro. Solamente hay que propender por reducir los índices de ignorancia, fuera de cualquier miramiento. Cuando un individuo se niega completamente a conocer o entender cualquier situación y se vanagloria por ello, entonces, soporta una ignorancia supina.
Y es claro que hay cosas que todos preferimos ignorar para mantener inmersos en el universo de trivialidades que tanto adoramos. Las fuentes de información, aunque ya masificadas, ofrecen datos y no contexto.
Toda la anterior introducción es un espacio para preguntarnos qué pensamos sobre África. La mayoría de nosotros tiene el imaginario de un país en la absoluta pobreza, donde muchos conviven con los animales y las formas más arcaicas de vida. Seguramente, otros, en nuestra misma posición acomodada, pensarán lo mismo sobre nosotros.
Hace poco escuché a alguien decir que la República Democrática del Congo es en África lo que es Colombia para América. La anterior aseveración no carece de peso, pues existen un número de semejanzas entre el país africano y el nuestro. Ciertamente, en esta precisa proposición ya hay algunos indignados por la comparación.
La República Democrática del Congo, al igual que Colombia, está ubicada en pleno centro del continente. Así mismo, desde su colonización, ha sufrido los embates de enfrentamientos derivados de las injusticias de sus colonos. Bélgica, madre patria de la R.D.C., realizó todo tipo de humillaciones y vejámenes contra las diferentes etnias que habitan la zona del centro de África.
Brutalidad. Ése es el término que puede resumir la historia moderna y contemporánea de la R.P.C. Los congoleños tenían que ceñirse a lo que una élite protegida por Bélgica designase de sus tierras. Debían trabajar forzosamente por horas para suplir las demandas a las que se comprometían sus dirigentes. Tanto así que a mediados del siglo XX la tasa de expectativa de vida en esa nación no pasaba los 45 años.
De esas tierras se extrajo el uranio que serviría posteriormente para la producción de las bombas atómicas que explotaron en Hiroshima y Nagasaki en Japón durante la Segunda Guerra Mundial. 15 años después una bomba política desató una crisis en esa nación que se extiende hasta la actualidad. Hasta 1959 existió lo que se conoció como el Congo Belga, básicamente un satélite político de Bélgica.
La historia cuenta que en 1960, durante las primeras elecciones libres celebradas en la historia del país, Patrice Lumumba se convirtió en el líder político del país. Sin embargo, ánimos separatistas de tres territorios forjaron una crisis política que enseñó las profundas debilidades de ese creciente Estado. Lumumba, entonces, pidió ayuda a EE.UU. La misma fue plenamente ignorada por Estados Unidos.
Patrice Lumumba se acercó entonces al gobierno de la URSS en búsqueda de ayuda. Lo anterior significó la división entre el presidente del parlamento y el primer ministro. Fue el presidente del parlamento de entonces, Joseph Kasavuko quien se encargó de derrocar a Lumumba. Patrice Lumumba fue ejecutado por fuerzas paramilitares que gozaban de ayuda extranjera. Una rápida serie de cinco mandatarios prosiguió hasta que Joseph Mobutu, miembro de las fuerzas militares desde la época de Lumumba, tomó el poder.
En 1965, después de una reforma constitucional liderada por Mobutu, se cambió el nombre del país por el de República Democrática del Congo. Luego, en 1971, pasó a llamarse República de Zaire. Mobutu pasó a llamarse a sí el jefe de Estado. En 1972, cambió su propio nombre de Mobutu Sese Seko. Durante los próximos dos años obligó a todos los nacionales de Zaire a que cambiaran sus nombres occidentales o cristianos por uno de origen africano y prohibió la moda occidental. Mobutu Sese Seko era un interesado aliado de los Estados Unidos durante la guerra fría; país que le patrocinó varias actividades ahora cuestionadas durante su periodo en el poder.
Sigue la próxima semana…
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