Mario César Otálvaro


Mario Cesar Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
A raíz de los 10 años próximos a cumplirse del título de la Copa Libertadores, y con motivo del museo que montó la barra Holocausto en uno de los salones del Palogrande, vale la pena recordar algunas anécdotas de aquel famoso episodio, y del Once Caldas en general.
Lo primero, resaltar la iniciativa de los barrabrava por generar ese espacio, tarea que le corresponde al club como tal, y que resultó atractiva, pues en un recorrido de 40 minutos en un área pequeña fueron muchos los momentos inolvidables que volvieron a la memoria.
Exhibieron por ejemplo el trofeo ganado en 1950, que no es el original porque cuentan que un jugador argentino, de quien al parecer no se tiene la identidad, se lo llevó cuando salió del equipo, por lo que es una réplica entonces la que reposa en las vitrinas de la institución.
Mostraron la foto del 61, tras la fusión Once Deportivo-Deportes Caldas, en la que están Isidro Olmos, Oscar López, Carlos Antonieta, Roberto Mirabelli, Alfonso Núñez y Pipa Botero, de quien se dice marcó el primer gol en un clásico que se perdió 3-1 con Pereira.
Hicieron el recuento de los títulos, el Dorado del 50, el esperado de 2003 después de 53 años, el impensado del 2009 que se logró clasificando último a los cuadrangulares, llegando a la final por el 2-3 al Chicó en Tunja, y sellado con la doble victoria frente a Junior contra todos los pronósticos, y el de 2010 calificado como el de ensueño.
Dentro de las anécdotas hay una que pocos conocen, ocurrida en el partido frente a Boca. Aquella imborrable noche del 1 de julio de 2004, la Confederación Suramericana envió los 7 balones para el juego, distintos a los que el Once Caldas había utilizado en las prácticas.
Eran unos Total 90 con una franja amarilla, y los nuevos tenían la raya roja y eran más livianos. En utilería se percataron del hecho, los escondieron, pusieron los normales, y como se estaba sobre la hora, fueron los utilizados durante el primer tiempo.
En ese lapso, Viáfara anotó el golazo de la ventaja, y para el segundo período cuando la furia de los comisarios de campo hizo que los cambiaran, obligando a jugar con los que habían traído, fue cuando Burdisso marcó el empate, y Valentierra, infalible en los penaltis, la picó poniéndolo en las manos del portero. Casualidad o no, pero…
Vimos el buso rojo que lució Juan Carlos Henao, inmortalizado en esa postal cuando salió al abrazo con sus compañeros tras detener el último cobro, para el festejo más ruidoso que se pueda imaginar, y que taladró todos los rincones del país. El dueño de esa prenda es Mario Marín, su preparador, quien lo recibió como regalo del héroe en esa misma jornada.
Otra de las novedades en esa pequeña muestra fue la revista que entregaron a la entrada del estadio de Yokohama en la final Intercontinental con la alineación, la historia de Manizales, la campaña del campeón de América, y un lindo afiche que debía levantarse dependiendo el vencedor, azul con la imagen del Porto, y blanco por el lado del Once Caldas.
También presentaron un álbum con 1.280 boletas de ingreso al estadio desde 1963 a la fecha, y que está en poder de un aficionado que lo completó gracias a que otra persona le obsequió las de los años 63 al 70 porque tenía una enfermedad terminal, y quiso dejarlos en manos de alguien que los valorara.
Así por el estilo hay miles de hechos, objetos e historias que merecen ser contadas dentro del museo que debe montar el propio Once Caldas en el estadio como parte orgullosa de su lustroso pasado, y que mejor que hacerlo con motivo de la celebración de los 10 años.
P.D. Mil gracias a John Vásquez, Juan Sebastián Gómez, y los demás muchachos de Holocausto, comprometidos en esta tarea, y quienes preparan su participación en el color de la pasión, un reality show que alista RCN con las barras organizadas del país.
Hasta la próxima…
macotal@yahoo.com
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