Camilo Vallejo


La primera temporada de la serie de televisión "American Horror Story" (Historia de horror americana), giró alrededor de una casa que coleccionaba fantasmas a partir de los inquilinos que la iban habitando. Decían que esta casa, para recolectar y contener los espíritus, y sobre todo para seguir existiendo, tenía una fuerza insondable que le era propia y que iba más allá de la maldad de cada uno de los espantos que estaban allí. Cuando cada fantasma satisfacía temporalmente su apetito, consumiendo de muchas formas a los nuevos ocupantes, en realidad era la casa la que se fortalecía. Se garantizaba que una y otra vez se reprodujera este ciclo que la mantenía en pie: los inquilinos morían, se volvían fantasmas, y después también consumían hasta la muerte a los nuevos ocupantes. Para la casa, los fantasmas eran su objetivo pero también su instrumento.
¿A qué viene todo esto? A intentar decir que Manizales también tiene su propia historia de horror.
La casa: la Manizales corrupta (y digo la corrupta, porque no cabe duda de que hay otras). Los nuevos inquilinos: nosotros, que no hace mucho llegamos montados en la última generación. La historia de horror: la corrupción y su impunidad. ¿Pero los fantasmas?
En nuestro caso, fantasma es el político que sin escrúpulos consiguió votos; el contratista que prefirió ganar en contratos lo que perdió en integridad; el alcalde que usó su cargo para enriquecerse en negocios y propiedades; el periodista que prefirió callar o que refundió su criterio en la propaganda; el gerente de la Licorera que huyó; el directivo que desfalcó el equipo de fútbol; el funcionario que usó para otra cosa la plata que era para reparar una planta de agua; el ingeniero que sigue tumbando casas y desplazando gente en el centro sin tener certeza de lo que pasará; el que se robó a Caldas, a la Chec, a Emtelsa, a las Infis, etc.
Los fantasmas son la proyección de lo que fuimos y no contamos. Son la presencia en la ausencia; esos restos de nosotros que están ahí pero no se muestran ni se ven. Son el duelo que no hicimos; aquello que creemos muerto pero que sigue vivo. Lo que quedó sin resolver. Lo pendiente.
Además son una parte nuestra que está atada al espacio y no al tiempo. Su presencia sólo requiere un lugar, como esa ciudad turbia, porque les es indiferente la época; para sus apariciones, este tiempo u otro da igual. Por eso mismo el solo paso de los años nada solucionará. Por más que pasemos épocas y épocas mirando para otro lado, no desaparecerán. Aferrados a su espacio, seguirán consumiéndonos hasta que muramos como parte de ellos o nos hagan huir.
En este sentido, esta tierra parece tener la misma fuerza para coleccionar fantasmas; una fuerza en la que tanto nosotros como los espíritus terminamos siendo simples instrumentos para que todo en la casa siga igual y nuestra historia de horror permanezca
Hacer que este ciclo se detenga y que la historia de horror termine, implica contar como nosotros lo iniciamos. Hablar de los fantasmas, no olvidarlos, saber que siguen ahí, invocarlos, ayudarlos a resolver sus penas y sus deudas hasta que se puedan ir en paz. Que la ciudadanía se active, que el fiscal acuse, que el juez condene, que la política no sea para tapar y enterrar sino para sacar a flote y responsabilizarse. Que la casa, la Manizales corrupta, se derrumbe al no poderse aprovechar de estos espíritus, y que las otras Manizales puedan demostrar que están allí.
Pero no se puede olvidar que eso exige un sacrificio para todos, un trabajo desagradable sin recompensas y con incomodidades, que además requiere que reconozcamos que los fantasmas eran un pedazo de nosotros y estaban ahí, en parte, por nuestras culpas, deudas y penas.
Mal que bien, "American Horror Story" nos enseña que la historia de horror también es culpa de los vivos, no sólo de una casa encantada o de unos fantasmas insaciables. Esa idea fija de los vivos de querer seguir adelante a pesar de los errores, sin mirar hacia atrás, deseando siempre pasar la página sin siquiera haberla leído, echándole tierra a los restos para caminar sobre ellos como si nada, es un acto que siempre fracasa y solo fortalece el horror. Así no nos va bien y difícilmente nos irá de otra forma, porque nosotros y nuestros fantasmas seguimos siendo una amenaza, y porque el miedo aún nos enseña a decir que algo está muerto sabiendo que sigue latente.
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