Elizabeth Ortiz Palacio


Llegaron las vacaciones y aparte del cambio climático, el desplazamiento a lugares de mayor calor obliga a padres, madres y cuidadores a estar pendientes de la hidratación de los niños, pues no son conscientes de sentir sed mientras están entretenidos en sus juegos.
La importancia de una correcta ingesta de líquidos radica en que el agua es el principal componente del cuerpo. En el feto, más del 90 % del peso corporal es agua, que desciende al 75 % en los recién nacidos y va disminuyendo hasta alcanzar en la edad adulta un 50 % o 60 %.
Como los procesos metabólicos ocurren en un medio acuoso se puede decir que el agua resulta esencial para la vida. Pero estas necesidades varían de acuerdo con las condiciones ambientales, fisiológicas y de crecimiento siendo la infancia una en las etapas en la que más debemos prestar atención.
Los bebes y los niños en crecimiento son vulnerables de presentar deshidratación, no solo por sus necesidades fisiológicas, propias de la edad, sino que suelen tener actividades físicas de forma continua, lo que incrementa la pérdida de agua.
A los efectos que trae una baja ingesta de líquidos se une una deshidratación lo que relaciona: enfermedades orales, estreñimiento y alteraciones metabólicas en proteínas y grasas.
Para evitar estos problemas:
* Ingerir bebidas en cada comida y entre las mismas
* Ofrecerles líquidos así no sientan sed
* Mantener bebidas a temperatura ambiente porque si están muy frías o calientes, beben menos.
* Elegir bebidas según el nivel de actividad física que realicen y suministrarlas antes, durante y después de la actividad.
* Además de agua hay otros líquidos de mejor palatabilidad que se pueden ingerir: limonadas, jugos, infusiones, leche, sopas y frutas y verduras con alto contenido hídrico.
Con estas oleadas de calor los más pequeños también están expuestos a una deshidratación, porque al no ser conscientes de sus necesidades tampoco las pueden transmitir.
Un lactante sano pierde, en proporción a su peso, más líquido que un adulto y a esto se le añade la inmadurez de su sistema renal. Los bebes no son capaces de crear orina igual de concentrada que un adulto y para eliminar la misma cantidad de impurezas necesita mas líquido, lo que contribuye a una deshidratación mayor.
Para mantener un equilibrio lo ideal es aportarle en líquido, aproximadamente un 15 % de su peso corporal.
Por fortuna, los recién nacidos alimentados por la madre no requieren un aporte extra. No obstante, cuando sube la temperatura es oportuno darle pecho con mayor frecuencia y así asegurarle el aporte necesario.
Los que son alimentados con fórmula industrial, se les puede ofrecer un biberón con agua y asegurarse la perfecta preparación de los biberones para que no queden concentrados lo que limita el aporte de líquidos.
Tenga en cuenta estos síntomas: llanto sin lágrimas; piel, boca y lengua secos, disminución de la orina.
Recuerde que si el organismo de los niños esta bien hidratado, realizará mejor el trasporte de nutrientes a las células y aunque esté poco desarrollado, eliminará los desechos por la orina, las heces, el sudor y la transpiración con más facilidad.
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