Mario César Otálvaro


Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
A un proyecto de recuperación económica y deportiva, han dicho los dirigentes, le están apostando en el Once Caldas, y en términos filosóficos es verdad, lo que no ocurre frente a la realidad de unos hechos inocultables e incontrastables.
Unos van ligados a los otros, y los asuntos financieros se mejorarán en la medida que haya resultados en la cancha, y los orientadores del equipo, o no quieren ver, o se hacen los locos ante lo que está pasando, porque el problema grave está detectado hace rato.
Un técnico que gana con lo que se le puede pagar a 2 o 3 jugadores de categoría, que a placer armó una escuadra de tercera, escudado en la amistad con el dueño, sin mostrar credenciales, y apoyado en la confianza de sus patronos para moldear las cosas a su estilo.
Un entrenador que ha evidenciado una faceta incompatible con sus rasgos de personalidad, que choca con las estrellas de su grupo, extraño en alguien de tan finas maneras, y que ya provocó un daño irreparable al desbaratar lo que había para montar un elenco inoperante.
Porque hasta liderazgo le faltó para imponer criterios razonables sobre la estructuración de la nómina, en un conformismo que rayó en lo absurdo, y que cándidamente fue admitido por un sector de la afición, de la prensa, y en su totalidad por la Junta directiva.
A quién se le ocurre pensar que con el pobre remate del primer semestre, con una plantilla disminuida al 50%, reforzada con eternos suplentes, y bajo el mismo mando, se podía hacer algo diferente a lo que viene mostrando este Once Caldas que no juega a nada.
Espejismos los escasos triunfos en la última era, ante los suplentes de Patriotas, frente a Tolima con un hombre menos desde muy temprano, y contra el Cali en los cuadrangulares, quizá lo único rescatable en ese penoso andar de casi 4 meses con apenas 3 victorias.
Y ni hablar el magro empate ante la segunda de Equidad, que también terminó con diez por expulsión de Briceño, y en el que ni siquiera hubo vergüenza para aplazarles el partido, pese a que el martes habían actuado por la Suramericana. Y ese 2-2 fue un ‘arepazo’, no un despertar en otro de esos flojos encuentros a los que nos tienen acostumbrados.
Total, no se engañen señores directivos, esto no tiene vuelta de hoja, con el señor Escobar si acaso alegrías parciales, no las soluciones de fondo que se necesitan. Urgen medidas de choque, y la primera es el cambio rápido en la dirección deportiva.
Los plazos se vencieron, el técnico sigue atornillado al puesto sin elementos que lo sustenten, el Once Caldas peca por discreto, y a su falta de estrategia, de orden, de ideas y de trabajo, está sumando un desprestigio indigno para una institución tan querida.
Ingenuo resulta pensar que las cosas van a variar de la noche a la mañana, aquí no hay proceso esperanzador, los jugadores elegidos fueron mal seleccionados, y aun así, con un entrenador diferente se podría salir del bache y empezar a trazar un nuevo rumbo.
Llegó la hora, no más largas que el paciente está delicado, y hay sombras por alejar como la del descenso, la de imagen, venida a menos ahora por las flojas presentaciones, y la financiera, que será mucho más viable con un equipo que no sea el hazmerreír del torneo.
La buena intención de Kenworth de la Montaña no puede ir en contravía del sentir general, ellos deben actuar de acuerdo con su poder económico para tratar de tener una empresa afín a sus principios de éxito y de calidad, que responda al esfuerzo de la inversión.
No vaya a ser que por terquedad, mala asesoría, o conmiseración, el Once Caldas se hunda con su capitán actual. Hay tiempo, y el timonazo hay que darlo antes de que sea tarde, porque después desde las profundidades será mucho más complicado.
Hasta la próxima…
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Los plazos se vencieron, el técnico sigue atornillado al puesto sin elementos que lo sustenten, el Once Caldas peca por discreto, y a su falta de estrategia, de orden, de ideas y de trabajo, está sumando un desprestigio indigno para una institución tan querida.
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