Guillermo O. Sierra


A propósito del Segundo Encuentro de Gestión Universitaria que comenzó ayer jueves y termina hoy en la Universidad de Caldas, promovida por esta institución, el Sistema Universitario Estatal, SUE y la Asociación colombiana de universidades, Ascún, se me ocurre exponer una muy breve reflexión con la idea de aportarle de alguna manera al debate.
Considerando países como Chile, que han realizado ya cerca de 14 encuentros, y que en Colombia se está pensando desde ahora -sin acabarse el actual- en el tercero, desde mi prejuicio creo que continúan existiendo algunas conceptualizaciones muy ambiguas sobre este tema, en la medida en que muchos siguen pensando que cuando se habla de gestión universitaria se hace referencia a la administración de las funciones básicas de lo misional de la universidad: investigación, docencia y proyección social; o tan solo se mide el asunto del financiamiento, incluyendo en este factor la administración de los recursos que deben disponerse para el funcionamiento institucional; o, todavía más, se asume la gestión desde la gobernanza per se.
En términos generales, no se aborda la gestión con una mirada sistemática, considerando que una universidad es una organización compleja, es decir, la denominación de gestión universitaria corresponde a una serie de elementos que deben ponerse al servicio de los desarrollos académicos, esto es, de los de docencia, investigación y proyección, los que tienen como propósito fundamental hacer camino al andar de manera integral, sostenible y sustentable de la universidad.
Por supuesto, la gestión universitaria debe involucrar de forma orgánica las distintas instancias responsables de pensar, diseñar y organizar todos los procesos y procedimientos universitarios para las eficientes decisiones que se han de asumir, entre las que se encuentran no solo el flujo de información hacia adentro y hacia afuera, la selección y contratación de personal, sino -lo que es fundamental- la garantía de mecanismos que faciliten la libertad de cátedra y la autonomía universitaria.
Aventuro pensar que el concepto de gestión universitaria no puede abordarse si se deja a un lado el hecho de que la universidad corresponde a un amplio universo simbólico sustentado en mitos y utopías, los que a su vez la materializan a partir del gobierno del pensamiento y la estructuración en la vida cotidiana. Pensar la gestión universitaria, entonces, tiene que ver con considerar las formas y estilos de gobierno, la cristalización de sus principios sustantivos, de sus políticas centrales y de sus acciones; está inmersa en todos estos atributos institucionales: los modifica y es modificada por ellos.
Abordar el tema de la gestión universitaria es continuar pensando que la educación superior pertenece al vasto mundo de lo uni-diverso, lo que connota pensar mucho más allá de las múltiples disciplinas, los procesos y las funciones. Una gestión universitaria eficiente y eficaz tiene que ver con hacer que la universidad sea polifuncional e imprescindible, en aras de evitar oportunismos de cualquier índole y de superar las fuerzas del gran capital y del gran mercado que la saquen de lo que le es propio, de su esencia diversa.
La gestión universitaria, me parece, tiene que apuntar a la vigilancia de la coherencia de su propia identidad, su orientación y el alcance del cumplimiento del mandato moral y político que proviene de la sociedad, a la que se debe. Se trata de un trabajo arduo y denso, es cierto; y, además, responde a una construcción colectiva en la que están involucrados no solo los colaboradores de la administración y sus docentes, sino los estudiantes, egresados y ciudadanos en general.
Finalmente (seguramente en este Segundo Encuentro los participantes sí lo abordarán con rigor y profundidad), digo que es menester pensar en los cambios que se están produciendo en el mundo, lo que implica pensar qué tan relevante es nuestra oferta académica, qué tan pertinentes y qué tan eficientes como profesores e investigadores somos. Las nuevas configuraciones sociales, políticas y económicas, acá en nuestra América Latina, por ponernos como ejemplo, nos hacen pensar en la necesidad de una mayor interdependencia entre Estados y países, con la idea de buscar estratégicamente una mejor generación y apropiación del conocimiento con el fin de mirar nuestra viabilidad en un modelo económico que demanda nuevas actitudes, aptitudes y capacidades enfrentar el panorama de retos inimaginables para cualquier universidad.
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