Jorge Alberto Gutierrez


Este formato nos da la oportunidad de profundizar en la experiencia del conocimiento de la cultura cafetera", explicó la directora de sostenibilidad y comunicación corporativa de Procafecol, María Fernanda Concha.
Estuve en días pasados disfrutando el nuevo formato de las tiendas Juan Valdez en la zona G de la ciudad de Bogotá. Un refinado café, de gran esmero en el diseño arquitectónico y en la calidad ambiental de sus espacios interiores, atendido por baristas y dependientes elegantemente vestidos como corresponde a la atmósfera de sensualidad y sofisticación otorgada al lugar.
Después de sentarme en un cómodo sofá en la terraza del edificio, rodeado de plantas exóticas, calentadores a gas, parasoles de lona, y de "estudiar" el impecable menú que promociona los productos de la tienda, se me preguntó qué modalidad de café prefería, luego su lugar de origen y finalmente se me puso a elegir el sistema de filtrado, había nueve. Con el orgullo de quien es nativo de uno de los departamentos del país que se ha caracterizado casi desde siempre, por su cultura agrícola, asociada a la producción de uno de los cafés más suaves del mundo, pedí un café de Caldas; el levantado de hombro con que me miraron, reforzado con el gesto clásico de quien no sabe qué le están preguntando, me hizo sentir, además del desconcierto inicial, fuera de lugar. En la tienda se me dijo: se expenden los mejores cafés de origen que se cultivan en Colombia, es decir, Antioquia, Huila, Santander y Cauca; con "el rabo entre las piernas", pedí uno del Huila.
Asocié inmediatamente esta historia con la pretensión del Comité de Cafeteros de Caldas que busca, mediante la construcción de un "hito" de talla mundial en el recinto del pensamiento, situar a Manizales como el epicentro del Paisaje Cultural Cafetero, distinción con que la Unesco ha decidido proteger el rico acervo cultural y físico-ambiental que nos ha servido de cobijo a los que hemos tenido el privilegio de habitar estas tierras y a todos aquellos que se sientan convocados, luego del reconocimiento de Naciones Unidas, que nos ha reservado para el futuro, como un bien inalienable de la humanidad.
Una torre en madera, similar a la de los campamentos o jamboree scouts, implantada en las inmediaciones del pabellón Zeri, diseñada también por el arquitecto Simón Vélez Jaramillo, al lado de una llama del Perú, lo cual no le otorga por sí misma, las calidades de excepción que requiere semejante osadía. No pretendo hacer de las buenas intenciones una caricatura, lo que escribo aquí es sencillamente la descripción fidedigna, simple y llana de lo que escuché y vi en la exposición que de ésta iniciativa hizo el director del Comité Departamental de Cafeteros de Caldas.
Un hito es generalmente una señal "sui generis", que por sus condiciones excepcionales tiene la fuerza suficiente para atraer sobre sí los ojos del universo que está a su alcance. Sus características pueden ser positivas o negativas, pero por sí mismo es capaz de identificar el lugar, o el valor, o el antivalor que su atipicidad representa: Pablo Escobar es un referente negativo, el Guggenheim de Bilbao un hito de la cultura, y justamente para eso fue construido, para que al ser reconocido por el mundo pudiera contribuir a sacar la ciudad de la depresión económica en que había quedado sumergida, después de la diáspora industrial que estimuló para bien, el plan diseñado para rescatarla.
Hacer una réplica de una torre que ya ha sido construida en China, incapaz por sí misma de competir, digamos que con la torre del Parque del Café, que ha sido promocionada y posicionada hasta el cansancio, la invalida como hito y su impacto no sobrepasaría jamás su límite inmediato, estrechamente parroquial y mucho menos en un lugar de clima frío, que está lejos de los cultivos y el aroma del café. Un promontorio natural en las inmediaciones de Chinchiná por ejemplo, serviría de inigualable soporte para una iniciativa de esta naturaleza, que por su validez no se puede echar a perder.
Sería óptimo convocar un concurso de arquitectura de alcance internacional, para la modelación conceptual, plástica y funcional de este hito y lograr con ello los niveles de competitividad y representatividad que se le pretenden asignar.
Podemos empezar por el principio, es decir, que en las tiendas Juan Valdez se posicione nuestro café como uno de sus productos estrella, a eso sí le creo.
De Juan de la Cruz y el Ron Viejo de Caldas podemos conversar otro día.
NOTA: A todos aquellos conductores de automotores particulares, que aupados por su amor a la ciudad se rasgaron las vestiduras en señal de patriotismo con la construcción de un corto tramo del Boulevard de la Avenida Santander, o para ser exactos, con la mejora de sus andenes, les propongo muy sinceramente, para que puedan conseguir la paz en estas fiestas decembrinas, que le pidan excusas a la ciudadanía y de paso a la Administración Municipal, por su mirada arbitraria, egoísta y estrecha de la vida en sociedad.
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