Alejandro Samper


Durante el foro sobre la libertad de prensa en homenaje al periodista asesinado Orlando Sierra Hernández dije algo que, según me contó un colega, cayó como baldado de agua fría sobre algunos de los asistentes: en Manizales hay periodistas que viven y comen de la plata que le dan los políticos para que les hagan propaganda en sus medios.
Lo que dije no es nada nuevo. Tal vez no se había dicho en público. Tal vez no se había dicho tan de frente a algunos de estos personajes. Pero es una realidad. Hay periodistas comprados por los candidatos. Usted los escucha en la radio, vendiendo anuncios políticos como si fueran noticias, cayendo en el chismorreo, los señalamientos, las acusaciones.
Más triste aún cuando estos periodistas usan como fuentes a los lamesuelas. Los sobachaquetas. Los lameculos. Esos personajes que están a la orden de algún cacique político para hacerle el trabajo sucio de la difamación, a cambio de unas migajas.
Esta época electoral es un asco. A la par de los boletines de prensa van los panfletos anónimos, las llamadas para "un favorcito", tratando de cazar a un tonto útil. Esta semana, por ejemplo, me abordaron con una "chiva" que escondía en el trasfondo afectar la imagen de un candidato. Información con verdades a medias. Conmigo perdieron. Comenzando porque no tengo ninguna filiación política y siempre parto de la base de que los políticos regionales son unos mamarrachos.
La radiografía es clara. Desde el nepotismo conservador de los Yepes, hasta la desdibujada fe de los del Mira, pasando por la violencia de los liberales. Es una vergüenza que Mancera se meta en la línea de Ferney Tapasco, un tipo condenado en dos oportunidades -por corrupción y encubrimiento de un homicida- e investigado por ser el posible autor intelectual del asesinato del periodista Sierra Hernández. ¿De ese tamaño es su ambición, señor Mancera, que tiene que asociarse con un personaje de esta calaña? No se asuste si en un futuro termina con un alias, como sucede con quienes rodean al tenebroso expresidente de la Asamblea de Caldas.
Y el exfuncionario de la Industria Licorera de Caldas, Mario Castaño, ¿De dónde saca tanta plata? ¿Quién lo financia? ¿Cómo se autofinancia? ¿Sabe que tiene un homónimo infame, alias El Chopo, lugarteniente y fiel soldado de Pablo Escobar? Y si lo sabe, ¿Por qué no evita parecerse a él en sus maneras?
Ni hablar de Lizcano, Sierra, Zuluaga, Penagos o Franco. Una nueva generación con los mismos vicios de los anteriores. Muchos de ellos untados con la mermelada reeleccionista de Juan Manuel Santos, y vienen a esparcirla en algún torneo de fútbol aficionado, en alguna reunión con líderes comunales, en almuerzos con periodistas.
Si así son los líderes, imagínese cómo pueden ser los lacayos.
El periodismo en Colombia no es un oficio bien remunerado. Así como puede ser de exigente, así es de ingrato. Entiendo que por necesidad algunos comunicadores se enreden en este juego sucio de la política, pero al menos deberían tener la decencia de decirles a sus audiencias quién es su padrino político. Una cuestión ética. Algo de lo que muchos candidatos carecen.
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