Jorge Enrique Pava


Fueron muchas las voces de solidaridad y de complacencia las que se levantaron con la columna del viernes pasado intitulada "El carrusel de Guido". Y otras tantas las que clamaron porque se presentaran pruebas y se ahondara en argumentos o se incluyeran otros tantos, pues existe una tendencia a la negación de dejar derrumbar este ídolo con pies de barro que nos supieron enaltecer y canonizar para el beneficio politiquero de esta campaña atípica para la Gobernación de Caldas, y que siguen mostrando, en compañía de su trinca perversa Guido-Joves-Roncancio, como soporte y sustento del candidato Julián Gutiérrez Botero.
Pues bien, hay que decir que cada día que pasa las cosas adquieren más lógica y, por consiguiente, se vuelven más aterradoras. A todo el acontecer oscuro que descaradamente ostentaron en el fatídico y afortunadamente corto mandato de Guido, y que parcialmente hemos develado en este espacio, le tenemos que sumar el proceso que se adelanta en la Fiscalía Quinta Seccional de Manizales, radicado bajo el NUNC 170016000049201202686, por el punible de Usurpación de Funciones Públicas, en contra de María del Pilar Joves Ramírez.
Esto no es más que la demostración, vía judicial, de una de tantas irregularidades que se cometieron en esa administración, y que consiste en la presunta violación no solo de los procedimientos administrativos, las leyes y los reglamentos, sino de los cánones de la decencia, las buenas costumbres y la ética pública, pues estas funciones usurpadas necesariamente lo son en connivencia con el propio gobernador quien, actuando con métodos dictatoriales, determina las violaciones legales amparado en su disfraz de hombre bueno y aprovechando la ponderación mediática emanada de sus antiguos enemigos.
Métodos estos que supo aplicar además en contra de su propia Secretaria de Cultura, Elizabeth López Ríos, quien pasó de ser una funcionaria eficiente, dedicada y conocedora del tema cultural y humano, a objeto de la persecución, la deshonra y los ataques personales que ofendieron su dignidad por el maltrato que Guido le propinó en público y privado y que tuvo que soportar para defender su labor como funcionaria. De allí que fuera despojada de su presupuesto en la secretaría y que éste pasara, curiosamente, a estar también a disposición de María del Pilar Joves. Es decir, con cada proceso y cada investigación que surgía en contra de su secretaria general, Guido la premiaba con un nuevo botín.
Pero esperar a que estas evidencias sean motivo siquiera de inquietud para nuestros entes gremiales y la perversa Corporación Cívica de Caldas, es una utopía. Porque la mencionada trinca, conociendo muy bien cómo opera esta sociedad caldense, supo terminar aliada con los grupos políticos que terroríficamente dominan la justicia regional y se rodeó de la vergonzosa protección que solo ellos le pueden ofrecer. Estamos pues ante la presencia de una coalición de poderes que se agrupan para conseguir el triunfo en esta contienda electoral, y se encarga de rodearse no de gente buena, sino de volver buena a la gente que se les asocia, independientemente de sus actos delictuosos. Se convierte en un límpido moral, social y judicial que empieza por esconder el prontuario de sus aliados y muy seguramente va a terminar encargándose de administrarles impunidad en otro alarde de poder y de dominio execrable.
Se podrá pensar que estos planteamientos son de oportunismo electoral. Y en parte tienen razón. Pero no porque se utilicen para favorecer a unos candidatos y perjudicar a otro, sino porque se utilizan para prevenir al pueblo sobre el riesgo que corre si sigue con esa venda en los ojos y sigue engañado con esa imagen publicitaria que supieron vender de una administración que mucho tiene que ocultar y que aún presentan como el paradigma del manejo de lo público. ¿Y por qué esperar hasta ahora para denunciar? Pues porque mientras estuvieron apoltronados en el poder, mantuvieron blindados los hechos que hoy revelamos; porque convirtieron a la Gobernación de Caldas en un búnker impenetrable para los ojos de quienes queríamos conocer la verdad; porque sabían mantener ante los medios esa cara de limpieza y honorabilidad, mientras se revolcaban en la inmundicia de la explotación de lo público para beneficios personales.
Por eso se entiende con claridad el recelo del gobernador Juan Martín Hoyos Villegas ante la turbiedad de lo que encontró. Y por eso se entiende también la oleada de oposición que montaron los anteriores beneficiarios de los negocios públicos.
Y yo me pregunto entonces: ¿este es el rumbo que, unidos, nos ofrecen mantener? ¿Un rumbo donde la mujer eficiente es despreciada, ultrajada y perseguida? ¿Un rumbo donde los negocios ocultos son el pan de cada día y la feria de contratos sirve para lavar conciencias, provocar el transfuguismo, comprar impunidad y ocultar prontuarios? ¿Un rumbo donde el poder se mide por la capacidad de delinquir y se premia el delito con mayor presupuesto, mayores funciones y mayor participación en las decisiones? ¿Un rumbo donde los temas de la cultura, la protección a la niñez, el transporte escolar y los beneficios a los más necesitados pasan a un último lugar porque son los que menos votos reportan?
Tengo que repetir que Julián Gutiérrez es un hombre bueno, un hombre decente y un hombre con las mejores intenciones. Pero también tengo que decir que, de resultar triunfador en estas elecciones, quedará acorralado en medio de la perversidad, las malas costumbres y la deslealtad de quienes hoy se presentan como ejemplo de honestidad y buena administración.
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