Luis F. Gómez


La Iglesia Católica está viviendo una época muy importante, que implica un cambio profundo de paradigmas. De una Iglesia con una influencia muy grande en la vivencia social, una presencia de vida religiosa fuerte y protagónica, y un servicio muy completo y sentido del clero secular a través de la vida sacramental; estamos pasando a una iglesia que es puesta en interrogación y en paréntesis por muchas de las personas, a una vida religiosa, especialmente en el campo femenino y aún en algunas congregaciones masculinas, de marchitamiento en el número y en vitalidad apostólica, y una proporción de sacerdotes por habitantes en una constante reducción.
Esta Iglesia que se está formando en esta tensión tan grande, será seguramente nueva y con distintos paradigmas. Pero debemos entre todos apoyar el nacimiento de esa nueva reconfiguración eclesial, pues de lo contrario, puede no ser muy esperanzador el futuro de nuestra religión.
Me llamó fuertemente la atención un artículo en la revista Nueva Vida, que se la recomiendo a todos los lectores interesados en la vida eclesial católica, titulado "La crisis de la Iglesia llega a Latinoamérica". Y los números no mienten. La crisis que estamos comenzando a vivir en América Latina es muy grave, tanto así que el historiador autor del artículo, Pedro Aliaga, señala que "los tres datos fundamentales que se desprenden de estos estudios son: la disminución alarmante de católicos, que pasan a engrosar las filas de la comunidades evangélicas de estilo pentecostal; el sensible aumento del número de personas que se declaran ‘sin religión’; y la constatación de la pobreza de estructuras y recursos humanos de que adolece la Iglesia Latinoamericana". Veamos datos más crudos: En el 2004 los católicos éramos el 71% de la población en América Latina, en el 2035 se prevé que seremos un 41%, en igualdad numérica a los evangélicos. El número de personas que se dicen sin religión casi se duplicará en ese mismo período de tiempo, pasando del 8 al 14%. En Aparecida los obispos estudiaron ciertas cifras también, entre ellas, la pérdida de 30 millones de católicos latinoamericanos en los últimos 10 años.
Esta nueva arquitectura religiosa del continente nos exigirá, además, crecer mucho en capacidad de interlocución entre las iglesias. La hegemonía social del catolicismo comienza a resquebrajarse.
Pero uno de los puntos que más me llamó la atención fueron los análisis sobre el número de los sacerdotes. América Latina tiene el 42% de los fieles católicos del mundo, pero solo tiene el 16,3% de los sacerdotes del total mundial. Otra de las evidencias empíricas es que América Latina, junto con Europa, es el continente que más fieles pierde.
Pero aún en ese difícil panorama, me crucé por azar con uno de los padres formadores del Seminario Mayor Arquidiocesano, y le pregunté cómo íbamos en número de seminaristas. Y con optimismo realista, me comentaba que íbamos muy bien. Que la Arquidiócesis seguía en una dinámica vocacional positiva, gracias al esfuerzo de muchos implicados, pero especialmente me señalaba, que al hecho que la Arquidiócesis mantuviera una actividad "misionera" fuera de su sede, es una gran bendición del Señor. En efecto, la capacidad de formar sacerdotes para ir más allá da una fuerza muy bonita a la comunidad cristiana. Sin embargo, el contexto de nuestra Iglesia en el continente, nos puede ir mostrando la dinámica que nos puede golpear en poco tiempo, por lo cual debemos estar muy preparados. La transmisión de fe es una tarea fundamental entre las distintas generaciones, no podemos dejar que se pierda, sin haber hecho lo suficiente.
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