Fanny Bernal Orozco


Iriku había querido mucho a su padre. Ahora el anciano se había reunido con los antepasados. A menudo cuando trenzaba una cesta de bambú, Iriku pensaba: -Si mi mujer no hubiera sentido tanta aversión por mi honorable padre, él hubiera sido más feliz en la vejez. Yo no hubiera vacilado en mostrarle mi afecto, mi respeto filial. Habríamos tenido largas y dulces conversaciones. Me habría contado cosas de la gente y las cosas del pasado…Y lo embargaba la melancolía. Un día de mercado, Iriku el cestero terminó su reserva de cestas más rápido que de costumbre. Se paseaba desocupado entre los puestos, cuando vio que había un comerciante chino que solía vender objetos extraños. -Acércate, Iriku -dijo el comerciante -mira que cosa más extraordinaria tengo-.
Y con aire de misterio sacó de un cofre un objeto redondo y plano, cubierto de paño de seda. Lo puso entre las manos de Iriku y, con cuidado, quitó el paño. Iriku inclinó la cabeza sobre una superficie pulida y brillante. Reconoció en su interior la imagen de su padre, tal como lo había visto en sus tiempos juveniles. Emocionado, exclamó: -¡Este objeto es mágico! -¡Sí!- dijo el comerciante, -lo llaman espejo y es valiosísimo. -
Te ofrezco todo lo que llevo encima -dijo -Quiero este “espejo mágico y llevarme a casa la imagen de mi amado padre. Tras largas discusiones, Iriku, dejó en el puesto del comerciante todo lo que había ganado aquella mañana. En cuanto llegó a casa, se fue al granero y ocultó la imagen de su padre en un cofre. Los días siguientes desaparecía, subía al granero y sacaba del cofre el ‘espejo mágico’. Se quedaba largos momentos contemplando la imagen venerada y se sentía feliz. Su mujer no tardó en darse cuenta de su extraña conducta.
Una tarde, cuando el dejo el cesto a medio hacer, ella lo siguió. Vio que subía al granero, buscaba en un cofre, 54, sacaba un objeto desconocido y lo miraba largamente adoptando un aire de misterioso placer. Luego lo cubría con un paño y volvía a guardarlo con gestos amorosos. Intrigada, espero hasta que se fuera, abrió el cofre, apartó el paño de seda, miró y vio: ‘¡una mujer!’.
Furiosa, increpó a su marido: -¡Así que me engañas yéndote al granero a contemplar a una mujer diez veces al día -¡Que no! -dijo Iriku -no te quería hablar de eso porque tú no apreciabas a mi padre, pero lo que voy a ver es su imagen, y eso apacigua mi corazón. -¡Miserable, mentiroso! -Vociferó la mujer -¡La he visto con mis ojos! ¡Lo que tienes escondido en el granero es una mujer! -Te aseguro que… -La discusión se fue envenenando y estaba haciéndose infernal, cuando llamó a la puerta una monja. La pareja le pidió que hiciese de árbitro. La monja subió al granero, volvió y dijo: -¡Es una monja!
Tomado de: www.liberatuser.es
Existe una afirmación curiosa, repetida por el común de la gente: ‘cada persona en su vida ve lo que quiere ver’, distinto sería que dijera: Ve lo que necesita ver, lo cual tendría implícitas una serie de acciones en la manera de pensar y actuar de cada ser humano. Para la muestra está este botón. El hijo ve en el espejo al padre al que hace a un lado muy seguramente para que su mujer no se enoje, o por miedo a ella o por otras razones. Iriku no tiene claridad que con relación a los vínculos afectivos en los casos relacionados con los padres no hay que escoger, son afectos muy diferentes y por lo tanto, cada uno de ellos merece afecto, atención y tiempo.
En esta ocasión el espejo mágico, le permite a Iriku volver a ver la imagen de su padre y darse cuenta, de cómo dejo pasar el tiempo sin acercarse para hablar con él, y sin hacerle todas las preguntas, las cuales tuvieron que quedar sin respuestas. Irremediablemente en momentos como éstos hace presencia la culpa y esa mirada hacia atrás pensando en lo que hubiera podido ser y no fue, por falta de amor, compasión o voluntad. La señora de Iriku, vio a otra mujer desde su rabia y desconfianza y la monja terminó por generar más confusión.
Por otra parte, el espejo hoy en día si bien no es un objeto mágico ni extraño, está al alcance de todo el mundo, sin embargo es importante afirmar cómo la vida emocional de muchos seres humanos depende de lo encuentren en él o lo que necesitan encontrar. Autoestima, seguridad, depresión, enfermedad, en fin el estado de ánimo y la actitud con la que se enfrente el día, están íntimamente relacionados con el resultado de estos instantes, en unos escenarios que cada vez ejercen más presiones por los estereotipos de belleza que mucha gente considera debe asumir para lograr la aceptación de los demás.
*Psicóloga
Profesora Titular Universidad de Manizales
fannybernalorozco@hotmail.com
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