Cristóbal Trujillo Ramírez


Son bien notorias las tensiones que, día a día, viven los maestros y directivos provocadas por las innumerables cargas de tareas que, adicionales a la misión pedagógica, se tienen que cumplir hoy en la escuela. Si hacemos un poco de memoria, los maestros de un par de décadas anteriores, se ocupaban del planeador de clases, el libro de calificaciones y la hoja de vida de sus alumnos; estos documentos no solo eran muy importantes, sino que estaban en el proceso del desarrollo académico de los estudiantes; el resto del tiempo de la labor docente estaba centrado en el aprendizaje, en la enseñanza, en la didáctica, en la atención sicosocial, es decir, en la pedagogía misma, en el "aprender a aprender". Con añoranza recordamos esa escuela y la extrañamos, porque de ella poco queda.
La escuela de hoy es bien distinta, está centrada en el eficientismo, una escuela que requiere y perfila un "docente técnico", convierte al profesor en un especialista en técnicas y recursos para solucionar problemas. Aquí, el docente se transforma en un ejecutor de programas creados fuera de la realidad del centro educativo, que los interviene y los controla y cuya finalidad esencial es la productividad y la innovación.
Este enfoque eficientista de la educación se sustenta en la filosofía positivista, en el desarrollismo político y económico, en el conductismo psicológico, actualizado en los últimos años por los modelos cognoscitivos de la información, en el tecnicismo pedagógico, en la concepción que traslada los parámetros económicos al ámbito de lo pedagógico. Es un modelo que organiza la escuela con un enfoque taylorista, en pos del progreso y del desarrollo institucional a través de la planificación y la técnica; la educación, bajo el influjo de este modelo, es un problema técnico que no requiere de la validación de su dimensión política. Y es, evidente, además, lamentable que la escuela de hoy sea un instrumento al servicio de la administración y no que ésta, atienda las legítimas demandas de la escuela.
Desde la escuela se administran las principales bases de datos y sistemas de información del Ministerio de Educación Nacional: Simat (Sistema de información de matrícula), Sigce (Sistema de gestión de la calidad escolar), Sistema Humano (Sistema de evaluación de empleados de la carrera docente), DPS (Familias en acción),SNCE (Sistema Nacional de convivencia escolar); además, hoy, los docentes deben atender cualquier cantidad de requerimientos dentro y fuera de la escuela. Veamos: planes de estudios, de área, de curso, observador del estudiante, escuela de padres, proyectos transversales, apoyo pedagógico, restaurante escolar, comités de área, consejo académico, experiencias significativas, comité de convivencia, comisiones de evaluación y promoción, atención a población con necesidades educativas especiales, atención al servicio social del estudiantado, comisiones de disciplina, entre otros, y esto, sin incluir las dispendiosas tareas en aquellas instituciones educativas que se han comprometido con el inconveniente proceso de la certificación, que tal y como lo hemos dicho con anterioridad, lleva a mínimas expresiones el tiempo de atención a los niños, para dedicárselos a los instrumentos y a los formatos.
Quienes vivimos y sentimos como maestros nunca cambiaremos el rostro expresivo de emoción de un niño, por los fríos datos que consignemos en una desangelada guía, por más interactiva y aplicable que sea; tuve la oportunidad de vivir de cerca esta triste realidad, en un colegio de la ciudad, durante un año lectivo cualquiera, solo se cumplieron en un buen número de áreas entre el 45% y el 50% de las actividades académicas; ¿la razón?, los docentes estaban muy ocupados con la certificación.
No quiero una escuela que renuncie a sus estudiantes por atender formatos y papeles, no quiero una escuela que se preocupe más por atender las exigencias del gobierno que las necesidades de los niños, no quiero una escuela que llore con videos extranjeros y no se sensibilice con su propio drama, no quiero una escuela envuelta en los protocolos, las minutas y las bitácoras, pero alejada de las pasiones, las emociones, las tristezas y los sentimientos; en definitiva, no es saludable para la escuela, darle privilegio a los sistemas de información por encima de los procesos de formación.
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