El cotilleo, el chisme, el rumor, y el "WikiLikeo" -nuevo término electrónico para la revelación de secretos- quiérase o no, "es el fundamento de la historia", me dijo alguien hace algún tiempo ya.
Otro amigo intelectual de la ciudad de Pasto que trabajaba en Barcelona haciendo la tesis para su doctorado sobre la vida y obra de José María de la Concepción Apolinar Vargas Vila Bonilla (Vargas Vila), me definió el chisme simplemente como un control social.
La verdad es que el chisme puede ser las dos cosas y resulta mucho más común que el buen uso de andar a pie, y también hay que observar como mucha gente suele confundirlo con la mentira y la calumnia, cuando el chisme tiene una condición imposible de ignorar, y es que la historia chismosa tiene indefectiblemente que ser siempre una historia verdaderamente cierta.
¿Dónde radica entonces la maldad del chisme, o mejor, por qué es tan feo?, pues sencillamente porque siempre se trata de la revelación de un acontecimiento desconocido y escandaloso que envuelve las debilidades del prójimo, el cual suele volar de boca en boca como el suave aroma de aquella famosa publicidad sobre el ovalado cigarrillo Pielroja, el cual no sé si aún se vende por ahí.
El chisme como fundamento de la historia es innegable, pues si esto no fuera así, cómo diablos se hubiera podido enterar la gente de cómo Lucrecia Borgia se "papiaba" a su papá, el Pápa Alejandro VI, (redundante y repugnante si se quiere, pero cierto), a la vez que sostenía relacionas incestuosas con su hermano César, amén de otros no menos suculentos bocadillos peludos y de dos patas que la Lucre se empacaba sin ningún reato de conciencia; un jugoso chisme que en la época causó más de un problema de envidia a la sacra iglesia católica de Roma.
El chisme como control social también es una realidad, pues mucha gente se abstiene de hacer muchas cosas non sanctas por físico miedo al qué dirán.
Otra prueba más de que el chisme es la mayor fuente de inspiración de los historiadores, es ver lo ocurrido con el duro enfrentamiento entre todos los poderes públicos de esta nación, pues: ¿quién si no un chismoso en el Palacio de Nariño filtra todo lo que allí sucede?, igual que en la Corte Suprema de Justicia, en las otras Cortes, y en la Fiscalía General de la Nación, para no hablar del Congreso, en donde se reúne la crema y nata del correveidile nacional.
El "sapeo" -como primer deporte nacional que desbancó al fútbol desde que llegó Álvaro Uribe a la presidencia de Colombia- está superando todo lo que hubiera podido ocurrir en el pasado en materia de chismografía criolla, pues hay que admitir que el "sapeo" (otra vez entre comillas) está fuertemente apoyado en el cotorreo.
El carrusel de la contratación en Bogotá, el de la salud, el del Consejo Superior de la Judicatura, el de AIS y decenas de tiovivos más que están haciendo cola para engrosar el conjuntos de los grandes escándalos nacionales, han comenzado por un chisme.
A los delincuentes chismosos de hoy se les premia con una sustancial reducción en su pena por ejercer este degradante oficio.
Por el chisme, repito, que ha estado ahí desde siempre, hay más de un político colombiano en la guandoca. Las bolsas de valores y todo lo que allí se mueve, deben estar muy atentos a los chismes financieros.
Sin duda es más fácil escribir columnas periodísticas con fundamentos en los chismes que se tejen por todas partes, que hacer el ejercicio diario de no dejarse arrastrar por la tentación de caer en las delicias del chismorreo, en una tan loable como difícil tarea que se debe mantener en todo momento más presente de lo que la gente se imagina.
Muchos creen que Julio Sánchez Cristo y sus maravillosas corresponsales, no hacen otra cosas más que halarle al chisme desde las 3 de la madrugada por la W, mientras otros lo defienden diciendo que, con su oficio hace es un formidable control político y social dando cabida a toda clase de horrorosos chismes y rumores.
El chisme es pues la base y el fundamento no solo de la historia, sino del periodismo en todas partes.
N.B. Nunca será tarde para manifestar que Germán Duque Mejía (Alacrán) fue uno de esos personajes que todo el mundo quería en la ciudad, porque gozaba de la virtud de ponerse bravo sin ponerse bravo. La última vez que lo vi, hizo un comentario amable sobre esta columna y sobre quien esto escribe; ahí lo dejé y me sorprendió mucho su muerte, la que sin duda deja un gran vacío entre todos sus amigos. Paz en su tumba y mi sentido de pésame para toda su familia.
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