Fraile


Días atrás llegó a mis manos la "Revista de Literatura del Centro de Escritores de Manizales" que se publica en esa ciudad hace ya diecinueve años llamada "Juegos Florales" cuyo contenido, el de la edición de agosto de dos mil doce que fue la que recibí, resultó ser de carácter taurino.
Leyendo un texto escrito por don Gabriel Arturo Castro, destacado poeta, ensayista y antropólogo, encontré una mención al mito babilónico del "Toro del Cielo", el cual para ser honesto contigo "no estaba en mis libros". Me "picó" entonces el indomable bichito de la curiosidad, me informé sobre el asunto y me encontré con una leyenda del mismo corte de la griega de Teseo y el Minotauro. Es bien sabido que a través de los tiempos las mismas fábulas han aparecido y reaparecido en diferentes localidades bajo distintas guisas y nombres; hoy te referiré sumariamente este bello apólogo de la antigua Sumeria ya que pienso que como yo, no tenías noticias de él.
Era Gilgamesh, hijo de Lugalbanda y de la diosa Ninsún, tercer rey de Uruk, antigua ciudad de Mesopotamia situada en la ribera oriental del río Éufrates; como gobernante fue vanidoso y tiránico, de modo que para controlar esas condiciones de comportamiento Anu, el Rey de los dioses sumerios, creó a Enkidu, un ser salvaje, para que fuese su rival. Sin embargo luego de pavorosos enfrentamientos entre estos dos superdotados y movidos por un especial sentimiento de respeto hacia las capacidades guerreras de cada uno de ellos terminaron convertidos en grandes amigos y compañeros de luchas. Fue en ese momento cuando Gilgamesh propuso a su amigo una aventura en el Bosque de los Cedros tendiente a matar al semidios Jumbaba. Un poco contra la voluntad inicial de Enkidu los amigos logran su cometido gracias a un engaño urdido por el vanidoso y tiránico rey que concluyó con la decapitación de la deidad.
Esta hazaña impresiona a la diosa Ishtar quien le propone al decapitador desposarla para convertirse en su consorte terrenal a lo cual este se niega dada la negra fama de la cual gozaba la diosa en materia de relaciones amorosas. "Eres como un alquitrán que mancha al que lo carga" le dijo Gilgamesh, lo cual enfureció a la eterna quien de inmediato pidió a Anú, su padre, enviar el Toro del Cielo para matar al poco romántico ofensor y a la vez destruir a Uruk. Combatieron ferozmente los dos amigos hasta acabar con la vida del Toro del Cielo, animal divino cuyo fin, a pesar de las súplicas de los héroes al dios Shamash, trajo como consecuencia la venganza de los demás omniscientes materializada en la muerte de Enkidu, quien había insultado a Ishtar no solo por el hecho de haber vencido al Toro divino sino por haber tomado el cadáver del animal por las ancas sacudiéndolo en dirección a donde ella se encontraba presenciando la lucha y gritándole: "Si te atrapara te haría lo mismo".
Esta, para mí, nueva fábula desbanca a quien hasta la fecha consideraba yo como el primer "toreador" literariamente conocido; a Teseo le resultó competidor (o competidores) y fue nada menos una pareja que "al alimón" despacharon al terrible Gugalanna nombre dado en la mitología sumeria al Toro del Cielo.
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
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