Luis F. Molina


La cuenta regresiva para las elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela está próxima a llegar a su final. Un romántico enamorado del poder como el comandante – presidente Hugo Rafael Chávez Frías se enfrenta a su antítesis ideológica, Henrique Capriles Radonski. El país, de medios para fuera, se encuentra plenamente paralizado.
Es una perogrullada decir que Hugo Chávez ha sido un presidente polémico. Sin embargo, se jacta de proteger la democracia aunque la mayoría de sus actos no represente su discurso. La historia es concisa cuando señala que Chávez fue quien puso de moda el “Socialismo del Siglo XXI”. Capriles, de otro lado, representa el cambio en una hostigada política nacional e internacional de Venezuela, que a veces se ha ido por las ramas de querer revivir lo que murió hace un par de siglos.
Quiero dejar claro algo: no estoy de acuerdo en la forma en la que Hugo Chávez ve su país; como una gran comarca, donde se hace lo que le dicta su conciencia –en caso tal de tenerla- y se fía en las palabras del Libertador para devolver su nación a un pasado sin ningún tipo de futuro.
Si yo fuese venezolano estaría cansado de tener un líder cazapeleas, como lo estuve hasta 2010 en mi país. A veces, cuando un mandatario quiere hacer valer su verdad sobre las otras todo resulta estar envuelto de una gran mentira. Y no me refiero a que Chávez en su montón de años en el poder haya hecho todo mal, pero sus férreas filosofías y alineaciones le han llevado a cometer crasos errores.
Es tiempo de darle la oportunidad a alguien más de que maneje el país. Es perjudicial para la democracia, esa que tanto defiende el comandante Chávez, que alguien se quede en el poder sin tiempo límite aunque el manipulado papel diga lo contrario. Es todavía más perjudicial para una mayoría, que el legislativo obedezca todo lo que dice el ejecutivo y es todavía más peligroso que la oposición sea vista con ojos mórbidos y manchas por doquier.
El domingo será un día clave en la historia reciente de Venezuela. Quien pierda acusará sin cuartel al otro de haber orquestado un plan para su derrota, pues una especie de “conspiparanoia” se ha apoderado de los candidatos, aunque en Chávez es una patología clásica.
Nadie puede desconocer que el poder que tiene Hugo Chávez en su país es todavía muy amplio. El problema de tener tanto poderío es saber cuánto puede este permear las elecciones y en el peor de los escenarios, propagar una discusión que se pueda calentar cada día posterior a los comicios en caso de un efecto contrario.
Más allá del resultado, los venezolanos deben apreciar esta oportunidad que les brinda la democracia y las maltrechas leyes de su país. Si Chávez queda en el poder por otros seis años habrá más de lo mismo, teniendo en cuenta también si su salud, de la que tanto se ha especulado y maldecido, le permite manejar una nación con grandes y graves problemas sociales.
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Durante los recientes 10 días, se han reunido los líderes del planeta supuestamente a escucharse en la Asamblea General de las Naciones Unidas, pero solamente hablan de sí y poco proponen, como es de esperarse desde una perspectiva taciturna. Pocos líderes han hablado del conflicto en Siria que cada semana se torna más tenso.
El miércoles pasado murieron más de 300 personas en este conflicto, convirtiendo este día en el más sangriento de esta pugna política. El silencio perdura.
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